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Egocentrismo infantil: cuáles son sus características y a qué edad se supera

Para Freud, el egocentrismo no es innato sino una etapa clave del desarrollo psicológico temprano, vinculada a la formación del ego (Imagen ilustrativa Infobae)

El egocentrismo infantil es una etapa en el desarrollo de los niños y niñas en la que no son capaces de establecer con claridad y nitidez los límites de su yo.

Esta estructura mental es precisamente la que hace que el niño sea incapaz de adoptar el punto de vista de otra persona. Y esto se debe a una sencilla razón, no puede concebir, por influjo de ese egocentrismo, que el suyo no sea más que uno de los muchos puntos de vista posibles.

Para Freud, el egocentrismo no es innato en el sentido biológico o genético, sino que se trata de una característica fundamental del desarrollo psicológico temprano de los seres humanos. Según su teoría psicoanalítica, el egocentrismo se desarrolla como parte del proceso de formación del yo (ego) en la infancia.

Freud propuso que durante las primeras etapas del desarrollo psicosexual, el niño está centrado en satisfacer sus propias necesidades y deseos sin considerar los de los demás. Este período de egocentrismo temprano es fundamental para el desarrollo del yo y es necesario para que el niño adquiera un sentido de sí mismo y de su relación con el mundo.

Imagen que representa una maestra enseñando a una niña en un aula escolar, destacando la conexión educativa entre ambos. La educación es esencial para el desarrollo infantil. (Imagen ilustrativa Infobae)
Según Piaget, el egocentrismo disminuye a medida que los niños avanzan hacia la etapa de las operaciones concretas, comenzando a entender mejor los puntos de vista ajenos (Imagen ilustrativa Infobae)

A medida que el niño crece y se desarrolla, el egocentrismo inicial debería ceder ante la realidad externa y las demandas sociales. En un desarrollo psicológico esperable un niño debería ser capaz de reconocer y considerar las necesidades y deseos de los demás, desarrollando así la capacidad de empatía y consideración interpersonal.

Muchas veces nos hemos encontrado ante la situación de niños que llaman a una puerta y al preguntarles desde adentro “¿quién es?” contestan “yo”, ¿Quién más podría ser que el mismo a la vista de sus propios ojos?, parece que se preguntaran, pero ni siquiera lo hacen, dar por sentado un sentido unidireccional, el de su propia perspectiva.

Para Jean Piaget, el egocentrismo es un concepto fundamental en su teoría del desarrollo cognitivo. Este investigador sostuvo que el egocentrismo es una característica central de la etapa preoperacional del desarrollo cognitivo. Durante esta etapa los niños tienden a ver el mundo exclusivamente desde su propio punto de vista y tienen dificultades para comprender que otras personas puedan tener creencias, deseos o perspectivas diferentes a las suyas.

Un ejemplo clásico de egocentrismo en la teoría de Piaget es la “prueba de la montaña”, en la que se le muestra a un niño una maqueta de una montaña desde un ángulo y luego se le pide que describa lo que vería alguien desde otro ángulo diferente. Los niños en la etapa preoperacional tienden a describir la montaña desde su propio punto de vista, sin considerar que otros podrían verla de manera diferente.

Familia jugando y creciendo juntos, demostrando amor y cuidado en un ambiente hogareño. Una escena de infancia feliz y educativa. (Imagen ilustrativa Infobae)
Muchas veces los niños tienen conductas que son juzgadas como de mala educación, por ejemplo cuando no quieren prestar un juguete. No hay allí una intención de egoísmo sino que todavía no sabe ponerse en el lugar del otro. (Imagen ilustrativa Infobae)

Piaget describe como que el egocentrismo disminuye gradualmente a medida que los niños pasan a la siguiente etapa del desarrollo cognitivo, la etapa de las operaciones concretas, donde comienzan a comprender la perspectiva de los demás de manera más completa.

En el ser humano la capacidad para adquirir la visión del otro comienza recién a partir de los 4 años, esta capacidad se activa a partir de una estimulación eficaz procedente de los demás, es decir del ambiente, y de los factores culturales que inciden en la naturaleza humana.

Andrew Whiten, de la Universidad de St Andrews, estudió, en base a una serie de experimentos, la diferencia entre la mente del chimpancé y la mente humana, identificando la clave en la humana, la lectura del pensamiento. Descubrió que hasta los cuatro años los niños son incapaces de atribuir otro pensamiento que no sea los propios a otro ser humano, a través del método “atribución de falsa creencia”, que un niño supera a partir de los 5 años y un chimpancé no logra jamás.

La atribución de falsas creencias se refiere específicamente a la capacidad de entender que una persona puede tener una creencia que difiere de la realidad objetiva o de la propia creencia del individuo. Por ejemplo, si un niño es capaz de comprender que una persona puede creer que un juguete está en un lugar determinado aunque en realidad esté en otro lugar, entonces se dice que el niño ha desarrollado la capacidad de atribuir falsas creencias.

La capacidad de comprender la perspectiva del otro empieza a surgir alrededor de los 4 años, estimulada por el entorno y los factores culturales (Getty)
La capacidad de comprender la perspectiva del otro empieza a surgir alrededor de los 4 años, estimulada por el entorno y los factores culturales (Getty) (Getty Images/iStockphoto/)

Esta habilidad suele evaluarse mediante experimentos como el clásico “Test de Sally-Anne”. En este experimento, se muestra a un niño dos muñecas, Sally y Anne. Sally coloca un objeto en una ubicación y luego se va. Mientras Sally está ausente, Anne mueve el objeto a otro lugar. Luego se le pregunta al niño dónde cree que Sally buscará el objeto cuando regrese. Los niños que han desarrollado la capacidad de atribuir falsas creencias comprenderán que Sally buscará el objeto en la ubicación original, a pesar de que ellos mismos saben que ha sido movido por Anne.

La adquisición de esta habilidad generalmente ocurre alrededor de los 4 años de edad y es considerada un hito importante en el desarrollo y el abandono de la etapa egócentrica y el comienzo de la complejidad en la comprensión social. La capacidad de atribuir falsas creencias es fundamental para comprender y predecir el comportamiento de los demás en situaciones sociales complejas.

La posibilidad de tomar la perspectiva del otro es una habilidad que se desarrolla con el tiempo y que no emerge en muchos niños hasta los 4 o 5 años de edad y es el conjunto de habilidades donde luego se asienta la empatía.

Es muy importante tener en consideración que el egocentrismo es parte del desarrollo de los bebés y niños pequeños y no un capricho.

Muchas veces los niños y niñas tienen conductas que son juzgadas como de mala educación, o desconsideradas con el sentir del otro, por ejemplo cuando no quieren prestar un juguete. No hay allí una intención de egoísmo o daño, simplemente no puede ponerse, todavía en el lugar del otro.

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