Todos somos líderes, o podemos serlo
Ser líder no es una tarea fácil. Y si bien es cierto que existen quienes parecen haber nacido con esa cualidad, otros –entre los que me cuento– tenemos que trabajar en ese desafío que exige aprendizajes y mejoras constantes, para acercarnos cada vez más a aquel al que aspiramos ser.
En un mercado laboral en plena transformación, en el que conviven distintas generaciones con métodos de trabajo diferentes, la gestión efectiva requiere hoy un enfoque equilibrado y una comprensión precisa de esas nuevas formas de liderazgo. O, en términos del experto catalán Xavier Marcet, ejercer el ‘management del sentido común’. Se trata de líderes que navegan entre criterios naturales, usan palabras comunes, conocen la complejidad y –por lo tanto– tratan de no incrementarla y saben, sobre todo, que somos las personas quienes inclinamos la balanza.
Los resultados de ese camino no sólo generan aportes más innovadores y mayor compromiso de los colaboradores, sino que fomentan también el accountability – o la capacidad de asumir la responsabilidad de los resultados, acciones y decisiones que se toman no sólo con palabras, sino también a través de hechos concretos.
Los líderes no tienen que ser expertos en todo: deben ser capaces de tomar decisiones informadas y confiar en las habilidades de su equipo para aportar conocimientos y soluciones
Es decir, surge cada vez con más fuerza una necesidad de liderazgos que promuevan el balance entre la vida profesional y la laboral; y el trabajo con un esquema de objetivos, favoreciendo una comunicación sincera y dándole confianza absoluta a su gente. Un estudio reciente de Harvard Business Review encontró que los líderes efectivos tienden a delegar más y confiar en sus equipos para llevar a cabo tareas importantes, apuntalando su creatividad y consultando sus opiniones y propuestas para mejorar sus tareas.
Otro mito común es que es líder quien ejerce a través de una figura de autoridad y se planta como un superior, y el resto son sólo colaboradores que deben trabajar bajo sus indicaciones. Pero los líderes no tienen que ser expertos en todo: deben ser capaces de tomar decisiones informadas y confiar en las habilidades de su equipo para aportar conocimientos y soluciones.
Según el estudio anual de Talento de Deloitte, el 86% considera que el liderazgo inspirador es clave para el éxito de una organización. Romper con aquellas estructuras o adquirir nuevas competencias para aprender a ser líder es fundamental para el crecimiento profesional individual, de los equipos y de la organización: es lo que marcará la diferencia.
Surge cada vez con más fuerza una necesidad de liderazgos que promuevan el balance entre la vida profesional y la laboral
Es importante reconocer que el liderazgo es una habilidad multifacética que puede ser cultivada y perfeccionada a lo largo del tiempo. Pero hay que tener en claro que serlo implica no sólo tener habilidades técnicas para desarrollar una tarea, sino también aquellas capaces de inspirar alineando a las personas detrás de una visión compartida.
Para el escritor Simon Sinek, la mejor manera de impulsar el rendimiento en una organización es crear un entorno en el que la información pueda fluir libremente, los errores puedan señalarse y la ayuda pueda ofrecerse y recibirse. Son objetivos ambiciosos pero que, si se logran, aseguran un camino virtuoso para líderes que no sólo nacen sino también se hacen.
Director general de Syngenta para Latinoamérica Sur