Cómo prevenir el burnout cuando empiezan las clases
Esta semana comenzó el año escolar para millones de niños en la Argentina. Otro período escolar y académico que comienza y, de alguna manera, es el que marca, aunque de manera no oficial ni formal, el inicio de las actividades, ya finalizado el descanso vacacional para los más jóvenes y para sus padres.
Este período que comienza plantea así una serie de retos que de alguna manera estaban suspendidos durante el receso. El inicio de clases implica un incremento de exigencias que obligan a volver a formular cambios en el manejo del tiempo, hacer frente a las expectativas de un nuevo período, y en particular en estos tiempos, hacer frente a los gastos que al igual que el resto de la economía, plantean serios desafíos, y en algunos casos, obligarán a modificaciones para poder afrontarlos.
En los niños se tratará del cambio de régimen escolar, o de exigencias por la propia evolución académica, y la adaptación de nuevo a un régimen que plantea límites, tareas, etc. Es por eso que esta etapa inicial implica una época de mayor estrés que en algunos casos puede ser de difícil resolución, sino se circunscribe a esas demandas lógicas de reinicio escolar. Al mismo tiempo, la tensión de unos, los niños, generan malestar en sus padres y viceversa, con lo cual a veces el sistema de estrés se realimenta.
Es por eso que si bien volver a la escuela implica fundamentalmente una serie de cuestiones positivas, es necesario considerar los factores que producen una mayor demanda mental, emocional y de recursos de todo tipo y que a mediano o largo plazo puedan llevar al estrés y en particular al burnout, si no se previene este probable escenario.
El burnout es un estado de desgaste físico y especialmente emocional, que termina afectando la salud mental y física, y que en particular genera un estado de frustración, apatía, agotamiento, de allí el uso del burnout (quemado), que dificulta seriamente las tareas y la vida cotidiana.
En algunos casos se llega a un estado de despersonalización cuestionando decisiones existenciales o vitales como, por ejemplo, si se es capaz de seguir en esa tarea o deben realizarse cambios radicales que, en algunos casos, implican saltos al vacío sin opciones de cambio claras o siquiera viables (dejar la escuela, pasar a otro régimen etc.).
Al mismo tiempo se comprueba cómo se pierde la capacidad para recuperar energías mediante el descanso, la distracción o la relajación. Esto lleva a la cronificación de un estado de estrés si no se interviene preventivamente.
Si bien se evaluó inicialmente el burnout sólo en adultos y en particular en aquellos con funciones específicas como personal policial, de salud o justamente educadores, desde hace algunos años se empieza a alertar sobre cómo este estado afecta a niños, inclusive pequeños. A su vez, la interacción con padres y/o educadores que atraviesen por una situación semejante puede llevar a un estado de realimentación negativa que incremente el cuadro en todos. Es lamentablemente muy frecuente que esa pérdida de energía y en particular de sentido sobre la tarea que se lleva a cabo, tenga como consecuencia un retraso escolar o inclusive abandono.
En un artículo previo sobre el burnout comentaba sobre algunas de sus características generales y clínicas. (Síndrome de burnout: cómo desactivarlo y evitar el desgaste emocional en el ámbito laboral).
El cuadro de desgaste parental es de tal magnitud que viene siendo observado desde los años ´80 (The impact of parental burnout), y lleva a toda un área de abordaje en particular y que depende de variables culturales y particularmente sociales.
Signos que pueden indicar burnout en los niños
La modalidad va a variar no solo según los casos individuales, sino que en particular en relación a las diferentes edades, así un niño de primera infancia no se expresa sintomatológicamente igual que un adolescente.
Síntomas emocionales
- Irritabilidad: se enoja fácilmente en situaciones que antes no lo hacía o de manera diferente.
- Apatía: si bien puede parecer que es lo opuesto a lo anterior no lo es y puede ser una situación más grave, con pérdida de interés, menos actividad, encerrarse, etc.
- Miedos, ansiedad: signos de ansiedad con diferentes manifestaciones dentro de este espectro.
- Negatividad: expresa cuestionamientos a la escuela, al docente o en particular a sus propias capacidades. Se plantea si tiene sentido lo que está haciendo o las tareas encomendadas, etc.
Síntomas cognitivos
- Dificultades para concentrarse, de memoria, aprendizaje etc.
Síntomas Comportamentales
- Comportamientos de riesgo, violencia
- Procrastinación: posterga tareas a último momento o las oculta, o tiene grandes dificultades para terminar tareas dejando varias inconclusas.
- Evitamiento-aislamiento social.
Síntomas físicos, de tipo psicosomático: trastornos de sueño, cefaleas, fatiga, dolores musculares o pérdida de energía o apetito que no encuentran en general un diagnóstico clínico concreto que lo explique. También es frecuente ver una tendencia a enfermarse frecuentemente. Por último, casi lo que le da marco y es la baja en el rendimiento generalizado.
Estas áreas afectadas serán evidentemente las mismas que señalan las consecuencias del padecimiento de este cuadro
Cuáles son las causas de burnout en chicos
Son varias, pero para comprender a quien lo padece hay que entender que se trata de la interacción entre efectos surgidos de diferentes áreas y la capacidad de los propios recursos. Así, a las propias se agregan las de los padres, y los docentes.
Hoy hay que agregar de manera central, la interacción del niño o el adolescente con medios, la información, la situación social vivida, redes sociales, internet, etc. y a través de estos, con pares reales o supuestos, ya que el peligro de las personalidades virtuales nos lleva a otros dominios como el grooming, a los juegos por apuestas de todo en diversas plataformas.
Al mismo tiempo, las manifestaciones de burnout se pueden exteriorizar o ser visibles por un factor (alimentación, sueño, por ejemplo), pero estar íntimamente relacionadas con otros, como puede ser una variable como la socioeconómica.
Entre las causas del burnout en niños se encuentran:
- Escasa o deficiente red de contención, familiar, social etc.
- Déficit alimentario, de sueño, otras patologías no abordadas etc.
- Expectativas no realistas en relación a las posibilidades concretas de llevarlas a cabo por parte de la estructura educativa o del niño. Así al niño se le pueden plantear actividades o tareas que no están en relación a sus capacidades adquiridas hasta ese nivel, o una currícula que la estructura educativa no esté en condiciones reales de dar y transmitir eficazmente.
- Dificultades en aprendizajes básicos organizacionales, como por ejemplo manejo del tiempo y las actividades, modalidades de estudio.
- Poco o mal manejo del tiempo de descanso, recuperación, tiempo de distensión etc.
- Estrés o sensación de frustración en otras áreas no evaluadas.
Cómo afrontar el burnout infantil
La posibilidad de abordar esta problemática ya que no se trata de una patología en el sentido tradicional, sino como en otros casos en que lo externo, familiar y social impactan de manera preponderante, dependerá del abordaje de estas variables. Así, no considerarlas y suponer un trabajo en lo individual descontextualizado, no permitiría ver el cuadro completo. Tomando en cuenta esto, en cuanto a lo individual o relativo al grupo de niños las estrategias tienen que ver con restablecer la relación correcta entre las demandas y los recursos de que se dispone, tanto a nivel individual como colectivo.
Recomendaciones:
● Trabajar en conjunto en el establecimiento de metas y objetivos realistas. Evaluar si la dificultad está en lo externo al niño o es propio a él mismo. Acompañarlo en este camino, ya que no se trata de algo puntual sino un proceso.
● Ayudar en el establecimiento de rutinas de manejo de tiempo y actividades.
● Mantener a los niños activos, con actividades al aire libre, deportes, etc. Disminuir el tiempo de pantallas, las horas sentados, las que pasan en espacios cerrados, etc.
● Enseñanza de reformulación de pensamientos con postulados negativos. Si bien esto tendrá un espacio en un marco terapéutico, ayudar a detectar y sustituir planteos negativos y terminantes por otros con mayores posibilidades es de suma utilidad. “No lo puedo hacer”, puede llevarse a “puede ser que no lo puedo hacer ahora, pero puedo conseguir ver qué me falta para poder hacerlo”, o “voy a hacer lo mejor posible” en lugar de “lo hago mal”, o “no lo sé hacer”. La detección y ayudar a reformular esa narrativa interior puede ser inclusive tarea de talleres con participación de padres, ya que pueden ser compartidos u originados en estos.
● Aprendizaje de técnicas de relajación, respiración, simples.
● Evaluar el tiempo, la calidad del sueño. Aquí de nuevo algo que se ha mencionado en diversas notas recientes. El uso de redes plantea una serie de problemas importantes en cuanto a la salud mental y el burnout escolar y entre ellos está el sueño, factor fundamental en la salud mental y física. En relación al sueño, evaluar el consumo de gaseosas, por ejemplo, por su contenido de cafeína y las horas de consumo de las mismas puede ser un ejemplo de factores aparentemente menores pero importantes, a considerar.
● Considerar una alimentación adecuada, implica no solo que no comer como las comidas muy procesadas, carbohidratos refinados, alimentos con edulcorantes, bebidas energizantes, golosinas, etc., sino también el incorporar alimentos en particular aquellos que benefician al sistema nervioso, como vegetales verdes, semillas, carnes con bajo nivel de grasa saturada, o pescados, etc. Lo importante es ayudarlo a buscar opciones de snacks saludables, y a aprender las propias ventajas con uno u otro alimento, como parte del proceso de aprendizaje.
● Ayudarlo a mantener otras áreas de actividad social, en particular la enseñanza de algo que a veces no se considera en la capacitación escolar, pero es esencial y son las habilidades interpersonales, ya que esta etapa es vital en este sentido.
En conclusión, el problema del burnout no es solo un tema de adultos y en cierto tipo de actividades, sino que de alguna manera la sociedad está atravesada por el estrés y una forma de manifestarse que son estos cuadros complejos en los que intervienen diversos factores. La clave es la detección temprana y entender que, posiblemente, el aceptar estos cuadros puede permitir no entender que una condición con un fuerte componente externo sea abordada como una patología, o llegue a transformarse en una.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista