La adaptación del mosquito Aedes aegypti al cambio climático podría elevar el riesgo de dengue, según un estudio
La incidencia del dengue en Argentina está en alza, tal como muestran los datos del último Boletín Epidemiológico Nacional. “Desde la semana 31 de 2023 (fines de julio y principios de agosto) hasta la semana 9 de 2024 -fines de febrero y principios de marzo- se registraron 95.705 casos de dengue: 87.318 sin antecedentes de viaje (autóctonos), 3.468 importados y 4.919 en investigación, resultando en una incidencia acumulada hasta el momento a nivel país de 203 casos cada cien mil habitantes”, informó el documento.
La vigilancia del dengue se realiza por temporadas, desde la semana epidemiológica (SE) 31 de un año hasta la semana 30 del siguiente, adaptándose a la epidemiología del virus, que muestra un pico durante el verano y disminuye hacia el otoño.
En esa línea, la doctora Susana Lloveras, infectóloga del Hospital Muñiz de Buenos Aires, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y ex presidenta de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero, pronosticó en diálogo con Infobae, que probablemente en 2024 “se superen los casos de la temporada anterior”, en la que se registraron 130 mil.
La ciencia, con estos y otros datos sobre la mesa, tiene el foco puesto en las enfermedades transmitidas por mosquitos. A principios de este año, un estudio llevado a cabo por científicos en Estados Unidos arrojó luz sobre la capacidad de adaptación del Aedes aegypti -que transmite el dengue, entre otras patologías- frente a las variaciones climáticas.
Este hallazgo, publicado en la revista Global Change Biology bajo el título “Adaptación fenotípica a la temperatura del mosquito vector, Aedes aegypti”, resalta la importancia de entender cómo los organismos responden a los cambios ambientales, especialmente en el contexto del calentamiento global.
De acuerdo a los autores, la adaptación térmica, definida como la capacidad de los organismos para ajustar su ciclo de vida en función de las variaciones de temperatura, ha sido un aspecto subestimado en los modelos que evalúan el impacto del cambio climático en las enfermedades transmitidas por mosquitos. Este estudio, liderado por un equipo multidisciplinario que incluye investigadores del Instituto de Investigación Científica de Especies Invasoras de la Universidad de Florida, destaca la importancia de considerar esta variable en futuras investigaciones y estrategias de control.
Es que el descubrimiento subrayó la capacidad del mosquito Aedes aegypti para adaptarse rápidamente a los cambios ambientales, lo que plantea desafíos adicionales para el control de enfermedades transmitidas por vectores.
El enfoque del trabajo se centró en el Aedes aegypti, una especie clave en la propagación de enfermedades como el dengue, fiebre amarilla, chikunguña y zika.
Los resultados de la investigación revelaron la existencia de variaciones significativas en la tolerancia térmica entre diferentes poblaciones de Aedes aegypti recolectadas en algunas regiones de México, así como en una colonia de laboratorio utilizada como referencia. Estas divergencias en la tolerancia a la temperatura sugieren la capacidad del mosquito para adaptarse a su entorno local.
“Los factores globales como el transporte, el comercio y el cambio climático están alterando la distribución de los mosquitos en todo el planeta y, con esto, están asociados cambios en los patrones de riesgo de enfermedades. Es sabido que la temperatura afecta la biología de los mosquitos, pero las implicaciones en la transmisión de enfermedades aún no se comprenden bien”, explicó en un comunicado Matthew Thomas, profesor y director del Instituto de Investigación Científica de Especies Invasoras (ISRI, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Florida.
Los resultados obtenidos por Thomas y sus colegas mostraron que la tolerancia a la temperatura, así como otros rasgos biológicos relevantes como la supervivencia y la capacidad reproductiva, pueden experimentar cambios significativos en 10 generaciones de mosquitos en condiciones controladas de laboratorio.
Los autores remarcaron la importancia de entender la respuesta de los organismos a los cambios ambientales y la necesidad de considerar la adaptación térmica en los modelos de predicción epidemiológica. Además, enfatizaron la urgencia de desarrollar estrategias de control de enfermedades más flexibles y adaptables que tengan en cuenta la capacidad de los mosquitos para ajustarse a su entorno en evolución.
“Este estudio desafía la suposición de que se puede tomar un modelo basado en la temperatura, derivado de medidas en un lugar específico, y simplemente extrapolarlo a todos los demás lugares o climas futuros. Ahora necesitamos más investigaciones para confirmar qué significa esta situación en cuanto al riesgo de enfermedades y si pudieran existir patrones similares para otras enfermedades transmitidas por mosquitos como la malaria”, dijo Thomas.
Mientras que Nina Dennington, coautora del trabajo, apuntó: “Es probable que, si hay una adaptación local en las poblaciones de mosquitos, pueda haber una mayor variación en los resultados esperados del cambio climático en cuanto a la transmisión de enfermedades. En otras palabras, puede haber casos en los que esperaríamos una disminución en la transmisión de enfermedades, pero vemos lo contrario”.
“Apoyamos el hecho de que existen diferencias en la tolerancia térmica de las poblaciones de mosquitos, debido a la adaptación local. Luego mostramos cómo las diferencias en la temperatura ambiental pueden afectar la aptitud de los mosquitos a lo largo del tiempo, en este caso sólo durante 10 generaciones”, explicó Dennington.
Y añadió: “Nuestro objetivo es comprender mejor si un cambio de temperatura similar al aumento esperado con el cambio climático podría influir en las respuestas de los mosquitos y, en consecuencia, en la transmisión de enfermedades por mosquitos vectores”.
“Nuestros resultados respaldan la adaptación térmica local en un mosquito vector primario. No sólo encontramos diferencias en las respuestas térmicas entre las poblaciones en el campo, sino que también mostramos que estas respuestas no son estáticas y tienen el potencial de variar de acuerdo con sus entornos cambiantes”, dijo la experta.
El dengue y el clima según expertos argentinos
Sobre la relación entre el mosquito y el clima, anteriormente, Adrián Díaz, investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biológicas y Tecnológicas (IIByT, CONICET-UNC) y Profesor Adjunto en el Instituto de Virología “Dr. J. M. Vanella” de la Universidad Nacional de Córdoba, había dicho en diálogo con Infobae: “El cambio climático que genera el calentamiento global es justamente una distribución de eventos extremos, ya sea frías o altas temperaturas, sequías o inundaciones o altas precipitaciones. Aunque son situaciones inestables, se observa que hay regiones que se vuelven más templadas, las cuales se vuelven o más secas o más lluviosas”.
“Con el pasar del tiempo, las temperaturas en la Patagonia, por ejemplo, se van incrementando y las poblaciones de Aedes se van adaptando a esas a esas temperaturas y esas nuevas regiones. Entonces, ahí aumenta la distribución geográfica del mosquito vector”, ejemplificó en aquel entonces Díaz.
Al tiempo que resaltó: “Luego de que el virus ingresa en el mosquito, le lleva un tiempo para que pueda ser transmitido, el cual es conocido como período de incubación extrínseco y está directamente relacionado con la temperatura. ¿Esto qué quiere decir? Que a mayor temperatura, el período de incubación extrínseco es más corto, porque se aceleran las reacciones fisiológicas y metabólicas. El virus se replica más rápido y los ciclos de transmisión son más cortos. Entonces, en el mismo periodo de tiempo, tenemos mayor número del ciclo de transmisión y eso aumenta la replicación viral y por lo tanto aumenta la amplificación del virus en la población. Es por eso que también puede aumentar el número de casos”.
Cabe recordar, en la misma sintonía, que desde la Facultad de Ciencia Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigadores liderados por Sylvia Fischer, que integra el Grupo de Estudio de Mosquitos, lograron advertir que el Aedes aegypti se fortaleció y extendió su accionar a lo largo de casi todo el año 2022, llegando a regiones más frías del país. Un año más tarde, se registró un récord histórico de casos en todo el país.
Según el estudio del GEM, el Aedes aegypti adquirió una gran capacidad adaptativa, lo cual explicaría la mayor expansión territorial de este insecto en la Argentina, sobre todo hacia zonas más frescas y frías. Para la experta, esta modificación del mosquito se debió, principalmente, a “la diapausa, algo así como una inhibición de los huevos para eclosionar durante los meses de invierno”, los cuales retoman su reproducción y desarrollo con la llegada de los primeros días de calor. Y cuando lo hacen, finalmente poseen mayor cantidad de lípidos, que son las grasas necesarias como reservorio de energía.
“La diapausa es como un estado de ‘dormición’ profunda, en la cual, por más que las condiciones ambientales sean favorables, los huevos no van a eclosionar porque las que la producen son las hembras sobre los huevos”, resaltó Fischer, en ese momento, en conversación con Infobae. Esta suerte de mecanismo es denominado como fotoperíodo que, en resumidas cuentas, es el tiempo diario que un ser vivo se expone a la luz. Gracias a este mecanismo, los huevos que están inhibidos para eclosionar hasta el ambiente les indique que se aproximan tiempos más favorables.
Pero eso no es todo, ya que otras adaptaciones que hizo este vector, en comparación con diferentes especies de mosquitos de otras partes del mundo, es que el autóctono “completa su desarrollo a temperaturas más bajas que los demás, pudiendo hacerlo hasta a 12°C”, unos 3 o 4 grados menos que otras. “Cuánto más frío es su origen, mayor es su desarrollo”, explicó.
Y sumó: “Se puede estar sumando otro efecto: por ejemplo, a medida que las ciudades crecen ocurre un efecto que se llama ‘isla de calor urbana’, que provoca un alza en las temperaturas en estos ámbitos a comparación de la periferia. Con lo cual, este aumento en la favorabilidad térmica de las ciudades, a lo largo del tiempo, puede permitir que el mosquito pueda ir colonizando climas más fríos”.