Por qué el cambio climático facilita el crecimiento de la malaria
En los últimos años, una de las enfermedades más terribles transmitidas por los mosquitos, la malaria, está en crecimiento, y los progresos para combatirla se estancaron en casi todo el mundo.
Después de dos décadas de descenso en los casos y las muertes, esta enfermedad causada por un parásito que se propaga por la picadura de mosquitos Anopheles hembra infectados, preocupa a los expertos sanitarios mundiales por su alza, mientras hoy se celebra el Día Mundial de la Malaria, también llamada Paludismo.
Los expertos están comenzando a relacionar este crecimiento de la enfermedad por las condiciones propicias para que el mosquito se reproduzca en masividad y la transmita. Es que la tropicalización de muchas regiones del planeta es un hecho dado el cambio climático existente.
En las regiones tropicales y subtropicales donde prevalece la malaria, a los científicos les preocupa que el calentamiento climático pueda aumentar el riesgo de transmisión en ciertas áreas y contribuir a una mayor propagación. Sin embargo, todavía queda mucho por aprender sobre la relación entre la temperatura y las características de los mosquitos y parásitos que influyen en el contagio.
Además de ser una epidemia en África, varios países del continente americano padecen la malaria. Según los últimos datos oficiales brindados por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en las Américas se registraron 481.788 casos de malaria y alrededor de 92 muertes en 2022.
En total son 17 los países de la Región de las Américas que corren actualmente riesgo por el incremento de malaria. De acuerdo con el Informe Mundial de Malaria 2022, publicado por la Organización Mundial de la Salud, los 17 países de la región de las Américas representan un 0,2% de los casos de malaria en el mundo. Venezuela, Colombia y Brasil representaron cerca del 79% de todos los casos en la región.
Vale la pena señalar que entre 2020 y 2021, la incidencia de casos de malaria se redujo de 14,1 a 4,2 casos por cada mil habitantes en riesgo en las Américas. En esos años, el total de casos de malaria pasó de 1,5 millones a 600 mil y el total de muertes por esta enfermedad disminuyó en un 64%, pasando de 919 a 334 en el lapso señalado.
A pesar de los progresos, en los últimos años dos países presentaron incrementos importantes en los casos de malaria, principalmente en el periodo de 2019 y 2021: Honduras (pasó de 444 a 2.290) y Panamá (pasó de 1.849 a 4.585). Por otro lado, entre 2019 y 2021, los países en donde se presentaron reducciones sustanciales de casos fueron Venezuela (-263.000), Perú (-22.000), Brasil (-17.000) y Colombia (-17.000).
Paraguay, Argentina, El Salvador y Belice fueron certificados libres de malaria por la OMS en 2018, 2019, 2021 y 2023, respectivamente.
Estudio de malaria en África
En “Estimación de los efectos de la temperatura en la transmisión del parásito de la malaria humana, Plasmodium falciparum”, un estudio publicado en la revista Nature Communications , investigadores de la Universidad de Florida, la Universidad Estatal de Pensilvania y el Imperial College, combinaron datos experimentales novedosos dentro de un modelo innovador marco para examinar cómo la temperatura podría afectar el riesgo de transmisión en diferentes entornos de África.
“En términos generales, los científicos saben que la temperatura afecta rasgos clave como la longevidad del mosquito, el tiempo que tarda un mosquito en volverse infeccioso después de alimentarse de un huésped infectado y la capacidad general del mosquito para transmitir la enfermedad”, dijo Matthew Thomas, profesor de UF/IFAS y director del Instituto de Investigación Científica de Invasión.
“Pero lo que podría parecer sorprendente es que estas dependencias de la temperatura no se hayan medido adecuadamente para ninguno de los principales vectores de malaria en África”, agregó.
Los nuevos hallazgos proporcionan conocimientos novedosos sobre los efectos de la temperatura sobre la capacidad de los mosquitos Anopheles gambiae, posiblemente el mosquito de la malaria más importante en África, para transmitir Plasmodium falciparum, la especie más prevalente de malaria humana en África, precisó Eunho Suh, primer investigador conjunto y autor con Isaac Stopard en el Imperial College, además de profesor asistente de investigación en Penn State, quien realizó la investigación empírica como estudiante postdoctoral en el laboratorio anterior de Thomas.
El estudio implicó varios experimentos de laboratorio detallados en los que cientos de mosquitos fueron alimentados con sangre infectada con Plasmodium falciparum y luego expuestos a diferentes temperaturas para examinar el progreso de la infección y la tasa de desarrollo dentro de los mosquitos, así como la supervivencia de los propios mosquitos.
“Los nuevos datos se utilizaron luego para explorar las implicaciones de la temperatura en el potencial de transmisión de la malaria en cuatro lugares de Kenia que representan diversos entornos actuales con diferentes intensidades de transmisión inicial, y que se predice que experimentarán diferentes patrones de calentamiento bajo el cambio climático”, explicó Tomás.
El estudio respalda los resultados de investigaciones anteriores al demostrar que varios rasgos de mosquitos y parásitos exhiben relaciones intermitentes con la temperatura y que, bajo temperaturas más cálidas en el futuro, es probable que el potencial de transmisión aumente en algunos entornos, pero podría reducirse en otros.
Sin embargo, los nuevos datos sugieren que los parásitos pueden desarrollarse más rápidamente a temperaturas más frías y que la tasa de desarrollo de los parásitos podría ser menos sensible a los cambios de temperatura de lo que se pensaba anteriormente. Los datos también indican que el desarrollo exitoso de parásitos en el mosquito disminuye en los extremos térmicos, lo que contribuye a los límites ambientales superiores e inferiores de transmisión.
La combinación de estos resultados en un modelo de transmisión simple sugiere que, contrariamente a las predicciones anteriores, el aumento previsto en la transmisión de la malaria, atribuido al calentamiento climático, puede ser menos severo de lo que se temía, particularmente en regiones más frías como las tierras altas de Kenia.
“Algunas de las suposiciones actuales sobre la ecología de los mosquitos y la transmisión de la malaria se derivan del trabajo realizado a principios del siglo pasado. Nuestro estudio es importante al resaltar la necesidad de revisar parte de esta comprensión convencional”, dijo Thomas. “Si bien el tiempo que tarda un mosquito en volverse infeccioso depende en gran medida de la temperatura ambiental, también depende de la especie y posiblemente de la cepa de malaria y mosquito”, agregó Suh.
El estudio integral y los hallazgos representan un importante paso adelante en la comprensión de las complejidades de la transmisión de la malaria y allanan el camino para futuras investigaciones destinadas a controlar la malaria a escala global.
“Nuestro trabajo se centró en el parásito de la malaria Plasmodium falciparum en el vector africano de la malaria, Anopheles gambiae. Sin embargo, Plasmodium vivax es otra especie de parásito importante responsable de la mayor parte de la malaria en Asia, así como de los casos de malaria reportados recientemente en los EEUU. Al igual que Plasmodium falciparum, el modelo establecido que describe los efectos de la temperatura en el desarrollo de Plasmodium vivax sigue estando poco validado”, indicó Suh.
Y agregó que lo mismo ocurre con otras enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue o el virus Zika. “Necesitamos más trabajo del tipo que presentamos en el artículo actual, idealmente utilizando mosquitos locales y cepas de parásitos o patógenos, para comprender mejor los efectos del clima y el cambio climático sobre el riesgo de transmisión”, recalcó.
Estancamiento e incremento de los casos
En la década de 1990, organizaciones, gobiernos y filántropos invirtieron miles de millones de dólares para reducir a la mitad el número mundial de muertes por malaria para el 2010. En aquel momento, la malaria era una de las mayores amenazas sanitarias del mundo, causando la muerte de 1 millón de personas por año, en su gran mayoría niños.
Los millonarios fondos fueron usados para distribuir mosquiteras e insecticidas, así como también nuevos fármacos para tratar a los pacientes, especialmente en lugares donde los mosquitos se han vuelto resistentes a un medicamento antimalárico. Los esfuerzos fueron exitosos y se logró el objetivo en solo dos décadas. Sin embargo, en 2015, la situación se estancó y los casos estimados comenzaron a subir en los años siguientes.
Pero en 2020, la mortalidad mundial por malaria alcanzó su nivel más alto en seis años. Y en 2022, el número estimado de casos de malaria en el mundo se disparó a más de 248 millones, frente a los 230 millones de 2014.
Interpelación a la OMS
Decepcionado por esta situación, Nicholas White, científico especializado en malaria y profesor de medicina tropical en la Universidad de Oxford, hizo un llamado a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según sus cálculos, el número de casos de malaria estimados por la OMS en 2000 era exactamente el mismo que el de 2022.
“Si la tasa mundial de incidencia y mortalidad de la malaria en 2000 se aplicara anualmente a las poblaciones de riesgo hasta 2020, las inversiones realizadas en los últimos 20 años habrían contribuido a salvar unos 11 millones de vidas y a evitar 1.700 millones de casos desde 2000″, sostuvo la OMS. Aun así, la organización reconoció en su respuesta que “el progreso se ha estancado”.
Además, la financiación de la investigación sobre la malaria está disminuyendo. En 2022, el último año del que se tiene constancia, esta alcanzó su nivel más bajo de los últimos 15 años, según la OMS.
En su informe sobre la malaria de 2023, la OMS atribuye el estancamiento en los 11 países más afectados al acceso limitado a la atención sanitaria, los conflictos en curso, el efecto del COVID-19 en la prestación de servicios, la falta de financiación y los problemas con las intervenciones, como la resistencia a los insecticidas.
Las vacunas también están empezando a desempeñar un papel en la lucha contra la enfermedad. Hasta ahora, la OMS ha aprobado dos vacunas contra la malaria, la RTS,S y la R21/Matrix M. La RTS,S ya se administra, mientras que el despliegue de la R21 está previsto para mayo de 2024.
Los expertos son optimistas, pero advierten de que la vacunación no basta para combatir a la enfermedad ni al mosquito que la transmite.