Dolarización: el nuevo libro que detalla por qué es la “mejor cura” para la economía argentina
“Argentina dolarizada. Perspectivas para una nueva economía” es el libro que editó Galerna y escribieron Emilio Ocampo y Alfredo Romano.
Los autores, reconocidos impulsores el esquema dolarizador, se explayan sobre si el país puede “aguantar” otra década de estanflación y por qué creen que es la mejor salida para la economía local. También describe qué pasaría con la pobreza, el déficit fiscal, las inversiones y la reforma fiscal, entre otros, si se avanza con la propuesta.
Ocampo, quien fue mencionado en su momento por Javier Milei como presidente del Banco Central, algo que finalmente no ocurrió, es economista e historiados. Escribió más de 10 libros y es profesor del Centro de Estudios de Historia Económica y miembro del Comité Académico del Máster de Finanzas de la Universidad del CEMA. Romano, en tanto, es licenciado en Administración de Empresas y Magíster en Finanzas (San Andrés); presiden la consultora Romano Group y escribió “Dolarizar, un camino hacia la estabilidad económica”.
La obra será presentada el próximo 27 de junio en Casa Lucía. Participarán los autores, Alex Oxenford, quien escribió el prólogo, y también el empresario Eduardo Bastitta y Sergio Berensztein.
Por qué es necesario dolarizar
A continuación, un extracto del libro:
El deterioro de la calidad institucional en la Argentina y las dificultades para revertir este proceso de manera gradual presentan un serio obstáculo para eliminar la inflación y retomar la senda del crecimiento sostenido. Parte de la dificultad radica en que la estanflación promueve la degradación institucional, generando un círculo vicioso del cual es muy difícil escapar. Es necesario contar con una ancla sólida, que al eliminar rápidamente la inflación permita a un gobierno reformista concentrar su atención en impulsar un ambicioso programa de reformas estructurales y de austeridad fiscal. Insistimos sobre un punto importante: eliminar la inflación es la base económica y política de cualquier programa de reformas.
Es la madre de todas las reformas. La propia dinámica de la política argentina y la anomia institucional imperante han llevado al país a un punto crítico en el cual el gradualismo ya no es una opción viable. La falta de credibilidad de las instituciones económicas, especialmente del banco central, les resta potencia y efectividad a las herramientas tradicionales de la política económica.
“El deterioro de la calidad institucional en la Argentina y las dificultades para revertir este proceso de manera gradual presentan un serio obstáculo para eliminar la inflación y retomar la senda del crecimiento sostenido”
Una larga historia de déficits fiscales financiados con emisión monetaria ha alimentado una inflación crónica que ha debilitado la confianza en la economía argentina. Esta situación se origina en la dupla perversa de inconsistencia temporal crónica con anomia institucional que se retroalimenta con decadencia económica. Este es el ciclo perverso al que nos ha llevado un populismo endémico. Bajo este escenario, sucesivos gobiernos priorizan sus intereses políticos de corto plazo sobre la construcción de instituciones sólidas para el crecimiento sostenido. La ausencia de políticas de estado es la evidencia más contundente de la inconsistencia temporal. Hasta el estadista más convencido de una reforma y mejor intencionado es avasallado por las presiones de la coyuntura.
La dolarización no es la solución a todos los problemas de la Argentina. Insistimos: en política económica es necesario un instrumento para cada objetivo. En este caso, el objetivo es erradicar para siempre la inflación. Nuestra historia y la de otros países demuestran que no hay otro instrumento de política económica que ofrezca mayores probabilidades de éxito en la consecución de ese objetivo.
Insistir con que la dolarización es una solución demasiado extrema y que lo que necesitamos es un banco central independiente es aferrarse a una ilusión. Aunque con una enmienda constitucional pudiéramos introducir la idea de independencia de la autoridad monetaria, la anomia institucional finalmente se impondría, como lo ha hecho en los últimos ochenta años. Sin ir más lejos, recordemos que la Constitución nacional le impone al Congreso la obligación de proveer lo conducente “a la defensa del valor de la moneda” y que desde 2002 hasta ahora ha violado impunemente este mandato. Pensar que porque la Constitución establezca que el BCRA será independiente efectivamente lo será es ilusorio. De hecho, de jure ya es independiente, pero de facto es una dependencia del Ministerio de Economía.
A lo cual agregamos el problema de la idoneidad de quienes gestionarían la institución. En la medida en que el proceso de selección y nombramiento de las autoridades del banco central sea politizado es de esperar resultados poco satisfactorios en este sentido. Independencia con incompetencia sería el peor escenario. No es un tema menor. Recordemos que incluso la Reserva Federal, que ha logrado cierta independencia y cuya gestión se considera entre las mejores del mundo, comete errores garrafales, como fue el caso de la expansión monetaria poscrisis de coronavirus. Como hemos señalado en uno de los capítulos, por más profesionales que sean, los banqueros centrales en cualquier jurisdicción enfrentan un problema informacional insoluble.
Es en este contexto en el que planteamos la necesidad de adoptar medidas más drásticas y menos susceptibles a la manipulación política. Doscientos años de historia nos demuestran que limitar el accionar de los gobiernos en materia monetaria es crucial para lograr la estabilidad y avanzar exitosamente con un plan de reformas. Basta ver la experiencia de los noventa.
“La Argentina tiene una oportunidad histórica. El 56% de los votantes eligieron a un presidente que prometió dolarizar la economía argentina”
En última instancia, la reconstrucción de la credibilidad de las instituciones en la Argentina requerirá un cambio de paradigma y un compromiso firme con la estabilidad y el crecimiento, independientemente de las necesidades políticas que imponga la coyuntura. Sin esta transformación fundamental, es poco probable que el país pueda romper el ciclo de crisis recurrentes y alcanzar un desarrollo sostenible en el futuro.
La dolarización es la cura más efectiva a la inconsistencia temporal crónica que nos aqueja desde hace décadas. Pero no se trata simplemente de entregarnos al dólar y quedarnos sujetos a los vaivenes de la política monetaria de Estados Unidos. Se trata de establecer un régimen de plena libertad monetaria donde los argentinos puedan elegir cualquier moneda convertible para desarrollar sus actividades. No es necesario que un tecnócrata determine cual es la “canasta óptima” de monedas para la economía y la imponga por la fuerza. Cada argentino podrá decidir libremente cuál es esa canasta. En cuanto al Estado, mientras siga teniendo una deuda importante en dólares, deberá cobrar los impuestos en esa moneda para evitar un descalce cambiario. Si bajo este régimen de libertad los argentinos optan por el dólar, entonces seguiremos siendo, como hasta ahora, una economía dolarizada. Pero tendrán la opción de adoptar una moneda mejor si es que alguna vez existe.
Al eliminar la discrecionalidad en la política monetaria y establecer un mecanismo de compromiso más sólido, el régimen de libertad monetaria con el dólar como moneda de curso legal nos ofrece la mejor chance de restaurar la credibilidad perdida. Además, no solo permitirá a un gobierno reformista con otras reformas esenciales, como la reducción permanente del gasto público y la apertura de la economía, sino que también pondrá un límite al descalabro económico de los gobiernos populistas.
“La propia dinámica de la política argentina y la anomia institucional imperante han llevado al país a un punto crítico en el cual el gradualismo ya no es una opción viable”
La dolarización no es magia, ni panacea, ni un atajo. Impone un cambio de paradigma. En última instancia, ofrece la oportunidad de romper los perennes y cada vez más cortos ciclos de ilusión y desencanto y de vislumbrar un camino hacia la estabilidad económica y el crecimiento sostenido. También, este programa monetario representa un punto de inflexión crucial para el desarrollo de los negocios en un entorno de estabilidad económica. Al eliminar la inflación y dependencia del dólar como instrumento de especulación cotidiana, se abre la puerta a un enfoque centrado en la productividad, la inversión y la mejora del ambiente empresarial. Con la estabilidad macroeconómica como cimiento, el país podrá 184 aprovechar al máximo su capital humano, su potencial emprendedor y su ubicación estratégica para insertarse en la economía global de manera más sólida y competitiva. Este cambio de paradigma no solo ofrece oportunidades para el crecimiento económico, sino que también allana el camino hacia un futuro más próspero y equitativo para todos los argentinos.
Finalmente, a nosotros y al actual presidente de la Nación, Javier Milei, nos tildaron de locos durante toda la campaña presidencial por proponer la dolarización de la economía argentina. En realidad, un loco es aquel que hace siempre lo mismo y espera resultados distintos. La Argentina tiene una oportunidad histórica. El 56% de los votantes eligieron a un presidente que prometió dolarizar la economía argentina. Esta oportunidad es histórica y cuenta con un sólido aval político. La sociedad argentina está preparada para dar ese salto y avanzar hacia la estabilidad, el progreso y el desarrollo. La dolarización será el comienzo de un ciclo extraordinariamente favorable para nuestro país.