Sturzenegger asume un alto perfil para contrarrestar la incertidumbre cambiaria y avivar la narrativa anticasta
Federico Sturzenegger mantuvo el perfil extremadamente bajo durante los primeros siete meses del gobierno de Javier Milei, a pesar de que había tenido a su cargo el famoso y controversial DNU/70 de desregulación de la economía, eje de la etapa inicial de la política libertaria. Como asesor presidencial, se mantuvo en la misma tesitura durante el traumático proceso de creación del nuevo Ministerio de Desregulación, entre roces con su futuro par de Economía, Luis “Toto” Caputo. Sin embargo, desde que asumió como funcionario su imagen pública dio un giro de 360 grados, con repetidas apariciones en medios, alta exposición en redes y una seguidilla de anuncios de medidas llamativas y de alto voltaje.
El viraje no es casual. La cúpula libertaria, enfocada en la batalla cultural, decidió ubicarlo en el epicentro del ecosistema comunicacional del Gobierno, ávida por azuzar la narrativa libertaria y contrarrestar, al mismo tiempo, los efectos de la crisis económica en la opinión pública. “Todas sus ideas, sus propuestas, calzan con la ideología libertaria. Sería ilógico no levantarlo, sobre todo en este momento. Va a tener la centralidad”, confió un encumbrado asesor presidencial.
El inicio de su administración, además, calzó con un momento bisagra para el Gabinete. Al asumir en lugar de Nicolás Posse como ministro coordinador, Guillermo Francos les había pedido a todos sus funcionarios que comenzaran a levantar el perfil lo antes posible, para marcar un contraste con la administración de su vapuleado antecesor. Pero esto no ocurrió en la mayoría de los casos, y la vocería del Gobierno siguió en manos del propio Francos y del vocero presidencial, Manuel Adorni. La llegada de Sturzenegger coincidió con la necesidad de retomar el control de la agenda y demostrar proactividad en medio de la crisis, con las variables cambiarias en vilo y entre ruidos políticos internos y con los socios de PRO y Hacemos.
Sturzenegger arrancó con impulso verborrágico desde la misma noche que asumió en el Salón Blanco de la Casa Rosada frente a todos los ministros del Gabinete y su familia, con declaraciones a los medios acreditados. Después de esa primera aproximación, avanzó con las entrevistas. Y desde entonces no mostró pruritos para despacharse en Twitter sobre temas diversos. Sin ir más lejos, ayer salió a criticar sin rodeos a la AFA por votar, de manera unánime, en contra de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) que defiende a rajatabla porque implicarían la posibilidad del ingreso de capitales privados a los clubes.
En sólo tres semanas, Sturzenegger tomó varias medidas polémicas y de alcance directo al ciudadano, algunas de las cuales se destacaron, también, en las conferencias de Adorni. Además de impulsar la misteriosa ley Hojarascas, se puso al frente de una variada lista de temas, desde el impulso al pago de propinas con medios electrónicos, una medida que afectará una vida cotidiana atravesada por la carencia de efectivo; la desregulación del sector aerocomercial -denominada, para mayor impacto “de Cielos Abiertos”-; y como adelantó Infobae, planea eliminar decenas de organismos públicos descentralizados, en línea con la narrativa “anticasta” o “anticurros” del Gobierno.
En rigor, su proyecto madre, además del DNU de desregulación, es la famosa ley Hojarasca. Ayer, a menos de un mes de asumir, Sturzenegger se reunió en el palacio del Congreso con el presidente de la Cámara de Diputados y mano derecha de Karina Milei, Martín Menem, para discutir los detalles de la presentación y procurar que avance lo más rápido posible, aunque por ahora guarda celosamente los detalles del documento. El nombre llamativo que eligió, sumado al misterio que se generó en torno a la iniciativa, generaron una expectativa tal que incluso funcionarios del propio Gobierno trataron de moderar. Por lo bajo, quienes leyeron el proyecto murmuran que, en rigor, esas modificaciones “no le cambiarán la vida a nadie”.
La transversalidad que implican las funciones de su ministerio le permite que sus medidas tengan un espectro amplio de injerencia. Lo cual, a la par de representar un beneficio, podría generar problemas con los titulares de las carteras que se verán afectadas con la supresión de organismos y cajas, con sus consecuentes despidos. En la cartera aseguran que trabajarán con la premisa de hablar “con todos y cada uno” antes de avanzar con sus medidas. Por ahora, de todas formas, el ministro está blindado. Javier lo recibió con bombos y platillos en el inicio de julio, y le ordenó que el resto lo trate bien. De hecho, en Gobierno admiten que el aval a su alta exposición, no permitido a todo el mundo, se debe al particular aprecio que le tiene Milei al ex titular del BCRA de Mauricio Macri.
Más allá del plano personal, en los altos mandos dicen que Sturzenegger adquirió el rol de vocero sin tapujos por su predisposición para “figurar” -en contraste, por ejemplo, con la reservada Sandra Pettovello, de Capital Humano- y las características de su agenda. Factores que lo situaron en un lugar de privilegio a pesar de que ingresó entre resquemores con Caputo, y su sobrino, el poderoso asesor presidencial Santiago Caputo, que se ocuparon cuidadosamente de delimitar sus atribuciones antes de que asumiera, a sabiendas de que sus ambiciones eran más amplias.
Esas diferencias fueron barridas bajo la alfombra en pocos días y ambos acataron la orden del Presidente de calmar la disputa, incluso con cierto grado de exageración. Después de semanas de dardos cruzados, no sólo dejaron de enfrentarse, sino que se tomaron fotos juntos, sonrientes, y compartieron actividades oficiales donde no tenían que asistir necesariamente. Al punto de que Sturzenegger se cuidó especialmente de no hablar un segundo de la política monetaria durante una entrevista que brindó a la señal TN la semana pasada, a pesar de las consultas sobre temas de esa índole. “Cada uno tiene su cancha, mientras no se la pisen mutuamente va a estar todo bien”, deslizaron en el oficialismo.
Su presencia, sin embargo, empezó a generar ruidos. Por ejemplo, en Gobierno atribuyeron a los gremios, odiados con la reforma laboral de “su” DNU, las versiones que circularon sobre un supuesto plan para duplicar la cantidad de horas de la jornada laboral y el pago en “tickets canasta” atribuido a Sturzenegger. “Eso salió de algunos sindicatos que no lo quieren nada, fue una operación”, comentaron en Balcarce 50. En la CGT negaron estas acusaciones, pero por lo bajo admitieron preocupación por su injerencia en la reglamentación de la reforma laboral, donde quieren influir para torcer algunas normas a su favor. En Gobierno aseguran que ese tema no está en la lista de tareas del funcionario, que salió por Twitter a calificar como “falsa” la información.
Desde diciembre Sturzenegger había trabajado en un despacho de la Casa de Gobierno. Pero a partir de su nuevo rol, con más empleados a cargo, tuvo que ubicar a sus equipos en las oficinas de la Jefatura en el edificio de la ex Shell en Diagonal Norte. Y se había rumoreado que él también debería “exiliarse”, al menos físicamente, a ese inmueble, ubicado a cuatro cuadras de la sede central del poder nacional. Sin embargo, finalmente Karina Milei lo habilitó para mantener su lugar en el segundo piso de Balcarce 50. Y esta semana dijeron que lo quieren como delegado del Gobierno en el Consejo de Mayo, uno de los ejes rectores a futuro del relato oficial. Otra muestra, como si faltaran, de que el encumbramiento de Sturzenegger en la narrativa de la administración libertaria es un hecho consumado.