La carta de Cristina Kirchner: alarma por la dolarización de Milei y el mensaje a un peronismo invertebrado
Fue un mensaje precoz, urgente, difundido hoy por razones manifiestas y otras menos evidentes. El documento de 33 páginas que publicó Cristina Kirchner con críticas durísimas contra Javier Milei amaneció en un tiempo político calculado y con destinatarios en el peronismo y en un electorado que empieza a sentir, en toda su dimensión, el peso del ajuste. Hay cuestionamientos ácidos a todos los gobiernos, incluido el de Alberto Fernández, del que evita responsabilizarse. Y los elogios de siempre a los 12 años del kirchnerismo en el gobierno.
Se publicó minutos después de las 7 y el sistema político reaccionó sin sorpresas. Los kirchneristas estuvieron a favor de todo lo bueno y el antikirchnerismo, en contra de todo lo malo. Ambos bandos leyeron el documento que quisieron y encontraron en sus palabras la confirmación de sus prejuicios. Lo cierto es que la ex vicepresidente estuvo preparando hace semanas ese documento, con el aporte de economistas y colaboradores que trabajan cerca suyo en el Instituto Patria. Allí guardan con celo los nombres del think tank que la asiste.
¿Por qué ahora?, preguntó Infobae. Es una consulta pertinente porque Cristina Kirchner -como antes hizo la CGT con el paro más rápido de los últimos 40 años de democracia- pareció clausurar por anticipado un “silencio institucional” que había decidido respetar. A escasos 65 después de dejar la Vicepresidencia y de la asunción de Javier Milei, CFK rompió lanzas y anunció la inminencia de un “caos planificado”.
La alarma se encendió para Cristina Kirchner con la confirmación en la gestión y en sus palabras de que avanza en una inexorable dolarización. “Está preocupada porque si se se dolariza la economía va a hacer mucho daño y va dar pocos beneficios. Encima, después es muy difícil volver atrás. Está la experiencia de Ecuador, que ni con todo el poder político, como lo tuvo Rafael Correa, se pudo revertir hasta el día de hoy”, explicó una fuente de contacto habitual con la vicepresidenta.
La carta cuestiona con dureza a Milei -al que califica de showman- a la política económica que está aplicando con su ministro de Economía, Luis Caputo, pero también presenta un discurso articulado dirigido, sobre todo, al peronismo. También le habló a un electorado que empieza a sentir en los bolsillos -por aumentos de precios combinados con ingresos estancados- el peso entero del ajuste. El famoso “plan motosierra”. Son los potenciales desencantados, no pocos antiguos votantes del kirchnerismo.
Se dedica en más de un tercio del documento a confrontar números, tablas y porcentajes. Y, en vez de vincular la inflación y todos los males al déficit fiscal y a la emisión -como hace el oficialismo- interpreta que el país sufre una cíclica crisis de deuda (dice que en el presente está en curso la tercera) originadas todas en la restricción externa, es decir falta de dólares.
Pero más allá de la economía, la clave de la carta se lee en términos políticos. Se conocen en un tiempo en el que coinciden varias eventos y tendencias. Un Milei que se siente empoderado después de la gira por Jerusalén y Roma, desde donde se vino con señales positivas después de reunirse con Benjamin Netanyahu (Israel), Sergio Mattarella y Giorgia Meloni (Italia) y, sobre todo, el papa Francisco. Un contexto que favorece un acuerdo entre La Libertad Avanza y el PRO de Mauricio Macri para reforzar la consistencia política.
Una reivindicación
Un peronismo invertebrado y a la defensiva, por la poda de recursos que limitan su autonomía. Los dirigentes más significativos del PJ son los gobernadores que están, todos, dependiendo de la chequera que firma el mismo presidente que los desprecia. Ni Axel Kicillof (Buenos Aires), ni Ricardo Quintela (La Rioja), ni Gildo Insfrán (Formosa) ni Gerardo Zamora (Santiago del Estero) pueden, siquiera, pagar los sueldos de sus policías, maestros y bomberos. En medio de esa precariedad material se da la carta y de incipientes rendiciones, como la de Raúl Jalil (Catamarca) u Osvaldo Jaldo (Tucumán).
En esa narrativa aparece la reivindicación de Máximo Kirchner, el presidente del PJ bonaerense y líder de La Cámpora. CFK subraya uno de los hechos que hasta el día de hoy algunos caciques peronistas le critican: su renuncia a presidir el bloque de Diputados, en protesta por el acuerdo con el FMI que firmó Alberto Fernández.
“La firma del acuerdo con el FMI fue un parte aguas. Con la convicción de que las condiciones del acuerdo iban a desangrar al Gobierno y condenar al país, nuestro sector manifestó su rechazo con profundo respeto a la institucionalidad: el entonces jefe de bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados, decidió renunciar al cargo de presidente del mismo, para no obstaculizar la construcción de la mayoría necesaria para la aprobación del acuerdo, mantuvo su pertenencia al bloque y a la coalición de gobierno”, recordó Cristina.
“Resulta necesario aclarar que no solo quien fuera presidente del bloque de diputados votó en contra del acuerdo con el FMI, sino también legisladores y legisladoras del Frente de Todos en ambas cámaras”, consignó la ex presidenta.
Gobierno inconclusos
En el documento Cristina Kirchner superpone dos fenómenos. Son las dos caras, si se quiere, de la misma moneda. Habla de crisis de deuda y, en simultánea, caída de gobierno o, en el mejor de los casos, un final angustioso. Lo dice, en concreto, al recordar la experiencia de Raúl Alfonsín y de Fernando De la Rúa. Y recuerda la derrota de Mauricio Macri, en medio de un festival de deuda con acreedores privados y el Fondo Monetario.
“El espacio político que había concitado las esperanzas mayoritarias de la sociedad argentina luego de la dictadura cívico-militar y había obtenido el 52% de los votos, terminó entregando el poder por adelantado”, dice Cristina sobre Alfonsín. Y agrega la experiencia delarruista: “El presidente que había ganado en primera vuelta con más del 48% de los votos, terminó presentando su renuncia después de declarar el Estado de Sitio que provocó represión y 38 muertos en la Plaza de Mayo y en distintos lugares del país”.
“Cabe recordar que otras fuerzas políticas, en distintas etapas, que obtuvieron fuerza propia que los insuflaron de aires fundacionales no pudieron terminar sus mandatos cuando no lograron darle a la sociedad la calidad de vida que los argentinos demandan (…) Javier Milei debería analizar seriamente que quienes fueron los amplios derrotados en los últimos comicios presidenciales intentarán condicionarlo desembarcando en las principales áreas de gobierno e incluso tomar el control político y desplazarlo del manejo del Poder Ejecutivo si lo consideran necesario”. Sería, para la ex vicepresidenta, curarse en salud.
Reformas o plan de gobierno
“Leé las conclusiones”, fue una de las recomendaciones que escuchó este cronista de colaboradores de la ex presidente. Allí aparecen una serie de medidas que, con otros nombres, recogen muchas de las asignaturas que planteó el presidente Milei tanto el DNU como en la “Ley Ómnibus”.
Con distinta nomenclatura -que también, ciertamente, describen otros criterios- la vicepresidenta habla de racionalizar la dimensión y el costo del Estado, de reducir o simplificar los impuestos que pagan los pequeños y medianos contribuyentes, el flagelo de la deuda y el déficit, la reforma laboral, la privatización de empresas públicas y hasta una reforma del sistema de salud que la haría enemistar con el mundo sindical.
“Puede ser”, responden cerca de Cristina Kirchner cuando se pregunta si se trata de un plan de gobierno. “No lo creo”, agregan, si se consulta sobre si esto termina en un regreso a la política activa. Por ahora no hay prevista una caravana de presentaciones de la carta. Lo mismo dijeron con el libro que sirvió de base para el armado electoral de 2019. Ninguno defiende esa experiencia. Sinceramente.