Con el mejor resultado comercial para febrero en más de 10 años, el Gobierno volvió a anotar superávits gemelos
El Gobierno anotó ayer un nuevo dato que, aun con los atenuantes del caso que hacen el logro algo menos contundente, alimenta el optimismo sobre el reordenamiento de las variables macroeconómicas. Por segundo mes consecutivo, se lograron superávits gemelos, es decir, un resultado positivo de las cuentas públicas y también de la balanza comercial.
Luego de que el viernes el ministro de Economía, Luis Caputo, anticipara el resultado fiscal de febrero, con superávit financiero igual que en enero, el INDEC informó ayer la estadística de comercio internacional. La balanza también arrojó un saldo positivo, producto de una suba interanual de 5,6% de las exportaciones y una caída de 18,6% de las importaciones. El resultado final fue un superávit de USD 1.438 millones, el mejor resultado desde febrero de 2012.
Vale recordar que, en términos estacionales, febrero suele ser un mes con buen resultado comercial. En esta oportunidad, ese saldo se abultó en gran medida gracias a las complicaciones que todavía persisten para importar además de su encarecimiento desde diciembre último dada la suba del tipo de cambio y el aumento del impuesto PAIS, además de la fuerte caída de la actividad económica que pone un freno “natural” al crecimiento de las compras al exterior.
Esa merma de importaciones también explica, en gran medida, las compras que diariamente, al menos hasta el lunes, lograba hacer el Banco Central en el mercado de cambios para recomponer reservas. Es decir que, en términos generales, las dificultades todavía existentes para importar, práctica para la cual siguen vigentes además regulaciones cambiarias, contribuyeron al robusto saldo de la balanza comercial y, por ende, a la obtención de los superávits gemelos.
Algo similar ocurre, en rigor, ocurre con el resultado fiscal, también superavitario en términos financieros. En este punto, igual que el mes anterior, fue clave además del recorte de gastos y la suba de ingresos por encima de la evolución de las erogaciones, el factor “licuación del gasto”. Es decir, aquellos gastos que crecieron muy por debajo del nivel de inflación.
El principal de esos gastos, que hace el mayor aporte al superávit de las cuentas públicas, es la licuación de jubilaciones y planes sociales como la AUH, “Mirando en detalle las erogaciones, los únicos dos conceptos que volvieron a presentar un recorte nominal fueron las transferencias corrientes a provincias (-45,4% versus -0,9% en enero) y los gastos de capital (- 54,4% versus -50,3%), contribuyendo con un recorte real del gasto de $0,12 billones y $0,58 billones, respectivamente. Por lo tanto, la caída restante por $1,76 billones se explica por la “licuadora” en vez de la motosierra”, detalló la consultora PPI en su informe semanal.
A la vez, destacó una contracción de 29,7% o $1,13 billones en prestaciones sociales, explicado en 77% por la merma en jubilaciones y pensiones (-38% o -$0,87 billones) dado el lag (retraso) en la fórmula de ajuste respecto a la inflación, un recorte de 42,8% o $0,3 billones en subsidios económicos, principalmente en energéticos (-44,5% o -$0,22 billones) y un ajuste de 15,6% o $0,17 billones en los gastos de funcionamiento, mayormente basado en salarios (-10,7% o -$0,93 billones), además de una caída de 43,4% o $0,17 billones en otros gastos corrientes.
De esa manera, el Gobierno logró repetir un resultado que ya había logrado en enero, con fundamentos similares. Si ese resultado se sostuviera en términos anuales, sería la primera vez en 16 años que la economía lograría cerrar con los virtuosos superávits gemelos. Claro que todavía faltan 10 meses y los desafíos por delante son enormes.