El polo se derrite y hace más lenta la rotación de la Tierra: cuál será el impacto en la forma de medir el tiempo
El calentamiento global que provoca un aumento del deshielo en los polos de la Tierra, está haciendo girar a nuestro planeta en forma más lenta, lo que impacta directamente en el tiempo que medimos con precisión.
Es que el agua que al derretirse va al océano y eleva el nivel del mar, produce una transferencia de masa desde los polos al ecuador que ralentiza la velocidad de rotación de la Tierra, según explican científicos en una investigación publicada en la revista Nature.
Así, un día dentro de un par de años, todas las personas en el mundo perderán un segundo de su tiempo. Las horas y minutos que dictan nuestros días están determinados por la rotación de la Tierra. Pero esa rotación no es constante; puede cambiar ligeramente, dependiendo de lo que esté sucediendo en la superficie de la Tierra y en su núcleo fundido.
Estos cambios casi imperceptibles en ocasiones significan que los relojes del mundo deben ajustarse en un “segundo intercalar”, que puede parecer pequeño pero puede tener un gran impacto en los sistemas informáticos, Internet y las millones de operaciones comerciales mundiales.
La investigación asegura que la desaparición del hielo en Groenlandia y la Antártida estaría detrás de un fenómeno inusual: afecta a la precisión de los relojes y, en concreto, al tiempo universal coordinado (UTC, por sus siglas en inglés).
El texto, firmado por el doctor en geología, Duncan Agnew, de la Universidad de California, asegura que el UTC, el estándar por el que se regulan los relojes y la hora en todo el mundo, podría llegar a requerir de un “segundo intercalar” (o segundo adicional) “negativo tres años más tarde de lo que necesitaría si el deshielo no se produjese”. Y es que, cabe recordar que desde 1972 se añaden estos segundos adicionales —uno o, en algunos casos, incluso dos al año— al tiempo universal coordinado para que la hora esté sincronizada con la rotación de la Tierra.
La investigación de Agnew utiliza un modelo matemático para analizar los efectos en las variaciones del conocido como momento angular del planeta en el ‘reloj’ global. “La velocidad angular del núcleo, en su mayoría, líquido de la Tierra ha ido disminuyendo a una tasa constante que ha aumentado la velocidad angular de la Tierra (para conservar el momento angular)”, describe en el estudio. Este efecto ha tenido como resultado que, en las últimas décadas, solo fuese necesario añadir “unos pocos” segundos intercalares al UTC.
Sin embargo, Agnew, al extrapolar al futuro las variaciones en la rotación terrestre, ha sido capaz de predecir que en 2026 se necesitará añadir un segundo intercalar negativo al UTC. Pero el problema está en que el planeta se encuentra en medio de un cambio climático antropogénico que, como explican los expertos, modifica sustancialmente su estado natural.
Por eso, el investigador, además, se dio cuenta de que el derretimiento de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida que lleva ocurriendo desde hace varias décadas también “ha disminuido la velocidad angular de la Tierra sólida” de una manera más rápida que hasta el momento. Teniendo en cuenta esta tendencia, Agnew es capaz de predecir la velocidad angular de la Tierra.
La modificación del tiempo supondrá un “problema para la sincronización de redes informáticas”. Incluso, insiste el autor, requeriría de cambios en la manera en que se “alinea” la UTC con la rotación de la Tierra. Es decir, según Agnew, el calentamiento global y el UTC están “inextricablemente unidos” y lo estarán “aún más en el futuro”. Porque, asegura, la aceleración del deshielo poblar es la culpable directa de que la rotación terrestre cambie y, por ende, las manecillas del reloj se retrasen.
“Parte de descubrir qué va a pasar en el cronometraje global depende de entender qué está pasando con el efecto del calentamiento global”, dijo Agnew, profesor de geofísica en la Universidad de California en San Diego y autor del estudio.
El tictac en negativo
Desde finales de la década de 1960, el mundo empezó a utilizar la hora universal coordinada (UTC) para establecer zonas horarias. UTC se basa en relojes atómicos pero aún sigue el ritmo de la rotación del planeta.
Pero como la velocidad de rotación no es constante, las dos escalas de tiempo divergen lentamente. Esto significa que se debe agregar un “segundo intercalar” de vez en cuando para volver a alinearlos.
Los relojes atómicos son los encargados de medir el tiempo o de, por así decirlo, ofrecer la hora de manera ultraprecisa. Estos dispositivos están, además, alineados con la rotación de la Tierra.
Sin embargo, Patrizia Tavella, del Departamento del Tiempo de la Oficina Internacional de Pesas y Medidas, en Francia, explica que el descubrimiento de Agnew puede acarrear un gran problema. “Nunca se han sustraído segundos adicionales” de los relojes atómicos que marcan el UTC. Esto es, “no hay precedentes de lo que pueda suceder cuando llegue el momento de hacerlo”, asegura Tavella.
La ralentización de la rotación de la Tierra causada por el deshielo y por cambios en el movimiento de su núcleo, ha retrasado el momento de tomar la decisión de si es necesario o no incluir un segundo intercalar negativo y dar más tiempo para prepararse.
El autor prefiere no referirse a ella como un cierto efecto bueno del cambio climático. “Creo que considerar positivo el calentamiento global por su efecto en el cronometraje es como mirar un lago contaminado y considerarlo positivo por sus interesantes colores”, señala.
En todo caso, que el cambio climático haya sido capaz de modificar la velocidad a la que gira toda la Tierra es -destaca- “otro indicio más de que estamos teniendo un efecto sobre el mundo como nunca antes se había visto”.
“El derretimiento del hielo polar ha sido lo suficientemente grande como para afectar notablemente la rotación de toda la Tierra de una manera sin precedentes. Para mí, el hecho de que los seres humanos hayan provocado que la rotación de la Tierra cambie es algo sorprendente. Estamos teniendo un efecto sobre el mundo como nunca antes se había visto “, concluyó el autor del estudio.