La otra cara de la baja de la inflación: crece la preocupación por el empleo y la pobreza
Los últimos índices de inflación que se conocieron este mes aportaron un dato revelador que requiere un análisis profundo para descifrar las dos caras de una moneda en constante caída. Ahora, a los argentinos les preocupa más la situación laboral y la pobreza que la inflación. El informe Expectativas del Consumidor elaborado por la consultora Trendsity pone a la línea de pobreza entre las inquietudes que encienden las alarmas de la sociedad. El estudio, realizado durante la última semana de abril y principios de mayo, determina que se agudiza la preocupación por los salarios y la situación del empleo en el país, a pesar que se desacelera la intranquilidad por la escalada de la inflación. Sobre un muestreo de 500 casos, entre personas de 16 a 65 años, las conclusiones sobre el contexto actual indican que los ingresos insuficientes intranquilizan a la población en un 15%, frente al 6% registrado en octubre.
En función de entender los comportamientos del mercado y las tendencias de consumo, el relevamiento impulsado por el Observatorio de Trendsity puso el foco en un factor clave, cuál es la fuente principal en este momento, de preocupaciones y angustias. Mientras que en octubre de 2023 (antes del Ballotage), el 25% la señalaba como la principal causa de preocupación a la inflación, ha bajado a un 16%. Sin embargo, el total de la muestra ratifica que a un 49% le preocupa el rumbo económico del país, la madre de todas las batallas, y que le lleva 34 puntos de diferencia, por ejemplo, a la inseguridad que marcó el 15% del sondeo.
Entre las conclusiones que arroja la medición se puede afirmar que la economía conserva su lugar en el podio de los factores que más impactan en la vida cotidiana de los argentinos. De hecho, 9 de cada 10 argentinos manifiesta estar preocupado por la situación actual y vislumbra un futuro amenazado por distintas inquietudes. Las finanzas personales están a la deriva: el 63% de los argentinos dejó de ahorrar, mientras que el 57% destina sus ahorros para afrontar gastos mensuales. La mayoría de la población, el 95%, define a la situación actual como regular y mala. Las opiniones sobre la coyuntura, sin embargo, están polarizadas. Mientras que un 36% levanta el pulgar indicando que la conducción política está en la dirección correcta, un porcentaje casi idéntico duda al respecto y un 27% es contundente, definiendo al rumbo como incorrecto.
Así, la economía desparrama sus efectos en todos los ámbitos de consumo. Los salarios no llegan a empatar la inflación acumulada y el movimiento se retrotrae: el informe confirma que la pérdida del poder adquisitivo se profundiza entre los trabajadores informales. Cuanto más se intensifica, más se agranda la brecha entre los que más ganan y los que menos reciben, en una diferencia de 13 veces. Descifrando este índice, el muestreo indica que en los extremos, el 10% más rico, concentra cerca del 24,8% del ingreso, mientras el 10% más pobre sólo recibe el 3,3% del ingreso. Asimismo, la población considerada pobre (deciles 1 al 4), recibe un 22.4% del ingreso total, incluso por debajo del decil 10, el más rico. La brecha en constante crecimiento enciende las alarmas de otra problemática que preocupa cada vez más: la crisis alimentaria que afecta al 27% de los chicos y chicas de los estratos más bajos que no recibe alimentos suficientes ni de calidad. En riesgo y con el futuro amenazado por la pobreza, la población infantil representa el 13,9% de la población total afectada.
Al final del túnel, sin embargo, las población encuestada vislumbra una luz de esperanza: si bien 6 de cada 10 personas considera que el 2025 también será negativo, el pesimismo cede. Del 72% de pesimismo con respecto a la economía doméstica registrados durante ese periodo, esta cifra baja ahora al 57%. Hay varias pistas para entenderlo. Entre ellas, la promesa en puerta de algunos signos de recuperación anunciados para el 2025 impulsan que el 40% de los argentinos perciba que el año que viene va a estar mejor posicionado con respecto al consumo.
Mientras la expectativa flota en el aire, surge la imagen del consumidor peregrino: el que busca ofertas, recorre supermercados para comparar precios, evalúa promociones y, sobre todo, recorta gastos: el 58% de los argentinos consultados asumió que ahora evita la compra de productos no esenciales. Por otra parte, el 76% de la población modificó sus hábitos: prefiere las segundas marcas, explora alternativas para generar más ingresos, agudiza el ingenio y está atento a estrategias para generar dinero extra: el 53% recurre a las plataformas de reventa de ropa, muebles y accesorios para engordar su billetera. En tanto, el 63% revela que abandonó actividades como cursos y abonos al gimnasio.
Con las antenas atentas a ahorrar, o por lo menos, no gastar de más, las personas encuestadas también admiten que le pusieron pausa a sus proyectos personales en función de atajar los penales que ponen en riesgo ciertos gastos habituales. Como la educación: casi un tercio de la población acepta que busca planes de financiación, becas o descuento para sostener el nivel educativo. Las coberturas médicas también acechan la economía familiar y representan un dolor de cabeza para la mayoría. El 37% ya gestionó el cambio de prepaga por un plan más económico.
El panorama, aunque incierto, despierta los sentidos de las empresas y enciende propuestas creativas para hacerle frente a la crisis de consumo. Desde lanzamientos de nuevas segundas marcas, envases más económicos o fraccionados, media porción en el plato de algunos restaurantes y variadas estrategias y tácticas comerciales para cuidar los bolsillos, hasta productos innovadores en cuanto a presentaciones más concentradas y económicas.
Está claro que quedarse quietos no es la mejor opción para un contexto que requiere respuestas rápidas y eficaces. A más incertidumbre e inestabilidad, mayor es la necesidad de conectar con los sentidos y las emociones. Afinar la lectura de las necesidades de las personas es clave para proponer conexiones honestas, enfoques que impulsen el optimismo y el diseño de nuevas oportunidades. Todo, sin perder de vista el cuidado y la reputación de las marcas, con vistas a trazar planificaciones que involucren al consumidor y contemplen la construcción genuina de confianza. Comunicar con autenticidad y propósito, poniéndose del lado de los usuarios y generando empatía en los discursos habilitará una conexión profunda con la realidad.