Crecimiento sostenido y bienestar general
El gobierno de Mauricio Macri fue considerado por una proporción muy grande de la opinión pública como el gobierno del ajuste, aun cuando en la práctica no realizó prácticamente ninguno. O, para ser más justos, sólo practicó una serie de cambios o correcciones incompletas. La punta del iceberg de ese ajuste percibido por la opinión pública fue la caída de los salarios reales.
El cansancio con el ajuste se agravó en los años de Alberto Fernández como presidente. La pandemia, la aceleración inflacionaria, una nueva caída del poder adquisitivo de las remuneraciones, y el estancamiento de la actividad económica y el empleo incrementaron la fatiga de amplios sectores de la opinión pública; incluso la de los sectores que más se identificaban con las políticas clientelistas que constituían el núcleo duro de apoyo al populismo kirchnerista.
Uno de los desafíos del gobierno de Javier Milei es, entonces, cómo hacer el ajuste después de lo que para las mayorías ya fue un ajuste. ¿Cómo lograr apoyo político y popular para emprender la corrección de los desequilibrios fiscales, monetarios y estructurales?
Michael Spence (premio Nobel de Economía de 2001) sostiene que “la población aceptará sacrificios increíbles si cree que, como resultado, sus hijos y nietos vivirán mejor que ellos. Para ello, tienen que confiar en el funcionamiento de las dinámicas económicas y que será un proceso integrador, para que grupos enteros de personas no se queden simplemente fuera”.
La población aceptará sacrificios increíbles si cree que, como resultado, sus hijos y nietos vivirán mejor que ellos (Spence)
Es posible lograr un alto grado de apoyo popular a políticas que pueden tener costos iniciales importantes, pero no todo se reduce a tener un programa y políticas consistentes, éstas son solo una parte de la historia. “El resto de la película tiene que ver con el liderazgo, la gobernanza, las instituciones, la política y la interacción de estos factores y procesos con los resultados económicos.”
La posibilidad de completar los ajustes pendientes contando con una razonable dosis de apoyo popular podría ser posible si se lograse mostrar que se trata de cambios que favorecen el crecimiento económico sostenido y el bienestar de las grandes mayorías.
Otro premio Nobel, Tomas Sargent, sostuvo que un “cambio de régimen” podría realinear expectativas muy rápidamente y que gracias a ello la efectividad de las políticas que se implementen resulte mucho mayor (o dicho de otra manera, que los costos iniciales del ajuste resulten menores o incluso imperceptibles).
Elaborar un programa
Cuando se habla de cambio de régimen, se está pensando en una serie de políticas integradas en el marco de un programa de políticas públicas que permita alcanzar la estabilidad macro, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza de manera sustentable. El desafío pasa entonces por elaborar un programa. Más precisamente un programa integral.
Contar con un programa permite modelar expectativas y monitorear los avances del gobierno en el logro de sus objetivos. A su vez, un programa es la mejor manera de no perder de vista los fines últimos que se persiguen, sobre todo si en determinadas circunstancias algunas decisiones deben ser revisadas.
Contar con un programa permite modelar expectativas y monitorear los avances del gobierno en el logro de sus objetivos
La idea de cambio de régimen se asocia a la idea shock (en los términos del debate shock vs. gradualismo). Sin embargo, el shock no está en el cambio abrupto o instantáneo de todas las políticas públicas, sino, más bien, en el anuncio de un programa (de una hoja de ruta) integral.
En tal sentido, Hernán Büchi, ex ministro de Economía chileno sostiene: “Aunque se postule una rigurosa política de shock, en la práctica su ejecución siempre o casi siempre va a ser gradual. En cambio, si se pretende desde la partida un cambio que vaya materializándose en forma gradual, al final lo más probable es que no se haga nada o que el avance no sea suficiente”. Así, tan importante como un correcto diseño del programa es su correcta implementación.
Otras experiencias de reforma económica y cambio estructural exitosas muestran que la clave de su éxito ha sido la combinación de una serie de ingredientes claves:
- voluntad política al máximo nivel del Ejecutivo y de sus representantes parlamentarios;
- un equipo de gobierno solvente e idóneo, capaz de trazar los lineamientos generales del programa pero conocedor a la vez de los “detalles” que hacen a su implementación;
- un equipo donde todos sus miembros trabajan, apoyan y comunican con convicción las políticas y las acciones necesarias en cada una de sus áreas para que el cambio de régimen económico luzca permanente;
- una buena dosis de mística, fundamental para dejar a un costado los egos, privilegios e intereses personales o sectoriales; y
- cierta cuota de flexibilidad, que permita ir ajustando la velocidad del programa sin descuidar cuáles son sus objetivos últimos o fundamentales.
Debilidades del presente
El programa de gobierno de Javier Milei tiene en su haber algunos de estos ingredientes claves, un correcto diseño y una indudable determinación presidencial para llevar adelante el cambio de régimen, pero por el momento no es igualmente convincente en cuanto a su capacidad para implementarlo.
Equipos ministeriales y técnicos incompletos, la falta de decisión, los cambios recurrentes en los encargados de la negociación política y la reciente remoción del Jefe de Gabinete generan interrogantes y preocupación.
Y las demoras que se derivan de estas flaquezas comprometen la efectividad de las políticas públicas. Así, el cambio de régimen se va desdibujando en uno de sus roles claves: el de generar un shock de expectativas perceptible duradero.
Los resultados del programa en materia fiscal e inflacionaria no son triviales, pero ahora viene lo difícil, volverlos sustentable requiere de mucha y buena gestión de gobierno.
La elección de Guillermo Francos como Jefe de Gabinete recrea el debate de cuál debería ser el perfil de quien ocupe dicho cargo: debe ser alguien de perfil político, que cargue con la responsabilidad de lidiar con la política; o debe ser alguien con un perfil más técnico o administrativo, que se encargue de encaminar y supervisar la titánica gestión de gobierno. Está claro que en ambos flancos el Gobierno debe mostrar alguna mejora o progreso. Pero no está claro que Francos pueda ocuparse, que tenga el tiempo para ambas tareas.
La posibilidad de que la elección del nuevo Jefe de Gabinete de Ministros se deba a que el Presidente se haya inclinado a favorecer la política por sobre la gestión no debe descartarse, por más inquietante que pueda resultar para los que nos preocupa que el cambio de régimen se desvirtúe a causa de una gestión/implementación poco efectiva.
El autor es Economista y Director de Perspectiv@s Económicas