Llaryora avanza en un nuevo armado nacional y da señales de acercamiento al peronismo anti K bonaerense
En la política argentina las fotos son un mensaje. O, tal vez, varios mensajes en una sola imagen. El doble sentido, la suspicacia, el gesto, las expresiones faciales y corporales. La foto que el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, se sacó con el ex intendente de Hurlingham Juan Zabaleta la semana pasada, entra en el álbum de retratos que el peronismo anti K comenzó a llenar en el inicio del año.
El grupo de dirigentes que componen Zabaleta junto a Fernando Gray, Federico Martelli y Facundo Moyano tiene la voluntad de ser la pata bonaerense de un armado nacional que tenga como objetivo reconstituir el peronismo desde el interior. Ven en Llaryora a la posible punta de lanza de ese proyecto político y a Juan Schiaretti como el encargado de tejer alianzas sin la presión de la gestión. Divisan en el proyecto del peronismo cordobés la expresión de lo nuevo. El anzuelo de la expectativa.
El encuentro del ex ministro de Desarrollo Social con Llaryora se suma al que el mandatario cordobés ya tuvo con Gray -a fines de febrero- y un par de semanas atrás con Martelli y una amplia comitiva de la Red Federal Peronista, espacio que contiene a dirigentes de todo el país, que trazaron una línea divisoria con el kirchnerismo duro y que apuestan a tomar mayor protagonismo en el camino hacia las elecciones de medio término del año que viene.
Llaryora da señales cada vez más claras de querer transformarse en el puntual de una nueva construcción política que busque cautivar al electorado de centro, y construir alianzas con los sectores de Juntos por el Cambio que evitaron generar una sociedad circunstancial con el gobierno de Javier Milei. En Córdoba aseguran que el kirchnerismo está cada vez más encerrado en la provincia de Buenos Aires e inmiscuido en una interna que tiene conflictos intermitentes pero que no desaparece.
“Milei se va a llevar, en términos electorales, gran parte de lo que representaba el PRO y la UCR cuando existía Juntos por el Cambio. Lo que va a quedar es un kirchnerismo residual, pero muy presente y un espacio importante para que el peronismo anti K pueda construir una alternativa”, reflexionó un funcionario cordobés de trato frecuente con el Gobernador.
Hace algunos días el ex gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey expresó una definición que concuerda a la perfección con lo que piensan en Córdoba y en el armado bonaerense anti K. “Necesitamos un peronismo que abra las puertas a un gran acuerdo nacional. Hay que construir un camino porque sino, frente al temor de la vuelta de los de siempre, seguís con lo que está. El kirchnerismo se convirtió en una fuerza vecinal que expresa la conflictividad del conurbano. Necesitamos una mirada más abarcativa de la Argentina”, sostuvo en el canal de streaming LACA.
El salteño es otro de los dirigentes que ve en la nueva ambición del peronismo cordobés una esperanza para construir un proyecto nuevo. Un nuevo intento de armar una propuesta que no necesite el aval de Cristina Kirchner. Cree que el peronismo va a tener un giro importante en el tiempo que viene y que existe un debilitamiento del kirchnerismo que aún no se nota con claridad, pero que está vinculado al desgaste natural de tantos años de poder, sumado al rechazo de una porción importante del electorado en los últimos comicios.
El mensaje que Llaryora baja en esas reuniones políticas que mantiene con frecuencia es siempre el mismo. Hay margen para armar una coalición política nueva y él está para empujar, pero su responsabilidad es afianzar la gestión en Córdoba. No puede descuidarse y debe ser prudente en sus movimientos. Sobre todo teniendo en cuenta que tiene que hacer equilibrio en forma permanente para que una crítica desmedida al Gobierno no le termine jugando en contra.
El electorado que lo votó a él es el mismo que respaldó a Milei en las urnas y que le otorgan arriba del 60% de imagen positiva en la provincia. Un paso mal dado y la crítica puede ser un bumerang que conspire contra su gestión y su actividad política. Pero, al mismo tiempo, tiene la oportunidad de construir un esquema nuevo que pueda empujar una eventual candidatura presidencial en el 2027 y que se presente como una alternativa al oficialismo. Para eso, claro está, debe plantear sus disidencias con la Casa Rosada y el proyecto libertario.
“Se está conversando mucho y en distintos lugares. En algún momento habrá que sentarse en una mesa y empezar a tomar definiciones”, aseguró uno de los dirigentes bonaerenses que lo visitó Córdoba en los últimos meses. La rosca política está activa y el anhelo es ir ensamblando piezas que le den vida a un nuevo proyecto. Sin estridencias, sin liderazgos únicos, pero con una clara referencia en el peronismo cordobés como eje nacional.
El desafío de ampliar – nuevamente – la avenida del medio atraviesa las ambiciones de Llaryora y el pequeño grupo bonaerense, que ya hace tiempo marca distancia de Cristina y Máximo Kirchner, además de La Cámpora. Discuten la representación del kirchnerismo en el peronismo desde la periferia y no desde adentro, como lo hacen Jorge Ferraresi y Andrés Larroque, anclados en la provincia de Buenos Aires y pegados a Axel Kicillof.
Más allá del protagonismo de Llaryora, todos los dirigentes que visitan Córdoba ponen especial énfasis en el rol de Schiaretti. El “Gringo” es el motor del nuevo proyecto y, tal como anticipó Infobae, es promocionado por el gobernador actual para que el año que viene sea candidato a diputado nacional pero por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una opción que abrió un sinfín de hipótesis en territorio cordobés.
Tanto para Llaryora como para el grupo de los cuatro bonaerenses y la Red Federal Peronista, el desafío es construir una opción electoral que no contenga al kirchnerismo. Que, más allá de que haya muchas caras conocidas, sea novedosa y que proponga un proyecto de país apoyado sobre el sector productivo del centro, que revindique las instituciones, con una agenda nueva en materia laboral, educativa y financiera, y que construya un nuevo relato sin tantos enemigos ni grietas.
A un año de la elección, las fotos y las reuniones no se miden en términos electorales. Falta demasiado tiempo para que tengan un impacto concreto en el electorado. No son votos adheridos a la imagen, sino más bien señales de por donde transitará el nuevo intento de edificar una coalición que contenga al electorado de centro y que, al mismo tiempo, sea independiente del sello de Unión por la Patria (UP), donde al día de hoy se concentra la mayor parte del peronismo del país.
Nadie se saca fotos con quien no quiere. Martín Llaryora lo sabe bien. El mensaje ya fue dado.