¿Ansiedad en el gimnasio?: 7 maneras de enfrentar la mirada de los demás
Ir al gimnasio es una excelente manera de hacer ejercicio de manera efectiva y evitar lesiones. El fortalecimiento muscular impacta positivamente en la quema de calorías, las articulaciones, los niveles de azúcar en sangre y retrasa el proceso de envejecimiento.
Sin embargo, no es fácil empezar y una gran barrera es sentirse intimidado en el gimnasio”. Para algunas personas, ir por primera vez o después de una larga ausencia puede ser todo un desafío. Las diferentes clases a menudo tienen sus grupos ya armados, las sesiones de crossfit podrían estar llenas de cuerpos esculturales, y en el área de levantamiento de pesas puede haber personalidades competitivas que intentan superarse unas a otras. A la gente le puede preocupar lesionarse, sentir inseguridades con su imagen y finalmente irse insatisfecha y frustrada.
Cinthia Ortiz, psicoterapeuta coordinadora del Equipo de Ansiedad de Fundación Aiglé, explicó a Infobae que las personas pueden sentirse intimidadas al ir al gimnasio por distintas razones, que pueden presentarse de manera independiente o combinarse entre sí”.
Por su parte, Hugo Cortassa, profesor y licenciado en Actividad Física y Deporte, comentó: “Algunas personas tienen miedo de que la rutina sea muy exigente, con mucho peso en las máquinas, y que estén muy doloridos al día siguiente”. Sin embargo, aunque puede ocurrir que existan otras preocupaciones, no se lo comunican, señaló el profesor, “ya que una vez que la persona asiste al gimnasio, está decidida a realizar actividad física”, destacó.
Por qué se producen estas sensaciones
Las principales razones por las que algunas personas se sienten intimidadas en el gimnasio suelen estar relacionadas con inseguridades personales, temores y preocupaciones sociales. En un estudio publicado en la revista Stigma and Health, los investigadores encuestaron a 389 usuarios adultos de gimnasios con sobrepeso u obesidad y descubrieron que experimentaban estigma relacionado con el peso, lo que afectaba su percepción y comportamiento frente al ejercicio, ya que los hacía sentirse juzgados negativamente o avergonzados. Afortunadamente, esto no afectó la frecuencia con la que asistían al gimnasio, pero esos sentimientos sí afectaron su salud física y emocional.
“Independientemente del peso, puede haber una sensación de inseguridad o vulnerabilidad en los gimnasios”, dijo Natasha Schvey, coautora del estudio y profesora adjunta de Medicina y Psicología Clínica de Uniformed Services University of the Health Sciences de Bethesda, Maryland.
La licenciada Ortiz describió tres razones fundamentales que pueden producir esa sensación de intimidación:
- Desconocimiento: “Frente a escenarios novedosos, aunque nos resulten atractivos, las personas podemos experimentar un incremento de los niveles de ansiedad. El desconocimiento del lugar, no saber cómo funcionan las máquinas, aparatos y complementos y cuál es la manera adecuada de hacer los ejercicios, pueden generarnos inseguridad, más aún si solemos perseguir altos estándares de rendimiento, no nos sentimos cómodos cometiendo errores o somos muy autocríticos, es decir, si somos extremadamente perfeccionistas. Si esta incomodidad se hace muy intensa la persona puede optar por abandonar toda actividad física pensando ‘no es para mí' con una experiencia de profunda frustración”, señaló la psicóloga.
- Problemas con la imagen corporal: Ortiz explicó que en un contexto sociocultural atravesado por cánones de belleza y “cuerpos saludables” poco realistas, “el gimnasio se presenta como un lugar donde se pueden percibir las ‘imperfecciones’, donde la comparación con otros, que quizás llevan tiempo de entrenamiento o incluso se dedican profesionalmente a alguna actividad relacionada con la imagen o el esfuerzo físico, refuerza dichas preocupaciones e insatisfacciones. En muchos casos esto puede derivar en una obsesión y/o distorsión de la imagen corporal y desencadenar o profundizar un trastorno de la conducta alimentaria”, advirtió la experta.
- Preocupación por la opinión de los demás: “Quienes están muy pendientes de esto pueden sentirse expuestos a realizar los ejercicios frente a otros, sentirse observados y evaluados, tener miedo a hacer el ridículo o incluso tener la sensación de que están molestando si, por ejemplo, están usando algún complemento o máquina que otro está esperando para usar, llegando al punto de interrumpir su rutina de ejercicios o hacerla más rápido para no “interferir” con los demás. Estas manifestaciones pueden asociarse a un cuadro más amplio de elevada ansiedad social, que no solo se expresa en el gimnasio sino también en otros ámbitos de la vida que implican la interacción con otros”, describió la psicoterapeuta.
Sin embargo, sería un gran error dejar que los temores y ansiedades frustren la oportunidad de estar más sanos y en forma, teniendo en cuenta la enorme cantidad de beneficios que brinda la actividad física y que la ciencia demuestra de forma permanente. Por suerte, hay muchos recursos que ayudan a dejar atrás estos problemas.
7 estrategias para superar los miedos
La licenciada Ortiz destacó que el primer paso es ser conscientes de cuál es el o los focos de incomodidad y luego buscar estrategias para desarticular cada uno de ellos.
“Tener presente que para ser experto primero hay que ser principiante, toda actividad nueva implica un desafío, un tiempo de adaptación, desarrollar nuevas habilidades y destrezas que inicialmente pueden resultarnos difíciles o intimidantes. Solo la perseverancia y la paciencia nos va a ayudar en ese camino”, afirmó Ortiz.
Y recomendó hacer foco en los objetivos más que en la incomodidad: “¿Para qué vamos al gimnasio? Para cuidar nuestra salud, mejorar la calidad de vida, regular los niveles de estrés, combatir el sedentarismo, sentirnos mejor con nosotros mismos… lo importante es no perder de vista nuestra motivación”.
Recomendaciones:
1. Asistir a una clase para saber bien de qué se trata. “Mientras más evitamos las cosas, más ansiedad nos provocan. La exposición en pequeños pasos puede ayudar. Si te apuntas a un gimnasio nuevo, muchos ofrecen una clase gratuita con un entrenador que se puede aprovechar”, dijo Schvey. “Solicita que te den una orientación sobre la clase te interesa”.
2. Ir con un amigo: brindará compañía, seguridad y motivación. Además, ambos pueden apoyarse y animarse mutuamente para esforzarse más. Para el profesor Cortassa, el acompañamiento de un amigo o tener un entrenador personal siempre es bueno. “Si alguien está desganado, viene su amigo y le dice: ¡dale, vamos!. Eso hace que se tenga más adherencia al gimnasio. Si se tiene un profesor o personal trainer desde el primer día, existe un seguimiento hasta que la persona aprenda a manejarse sola. Es muy importante que el profesor arme una rutina de acuerdo a los objetivos deseados y le vaya explicando ejercicio por ejercicio, para que técnicamente los realice bien y no se dañe”, aseguró.
3. Hablar con el profesor. Llegar temprano, presentarse y comentarle cualquier lesión, limitación o temor que se tenga. “Lo más importante es saber cuál es el objetivo y mejorar paso a paso, sin que importe la opinión ajena. Tal vez, el médico pidió a la persona que hiciera actividad física y si viene al gimnasio y se le da una rutina muy exigente, se puede desanimar. Así, el rol del profesor es darle contención y motivación para la práctica de ejercicio, logrando que esta sea entretenida y efectiva a la vez”, señaló Cortassa.
Por su parte, Ortiz dijo que es importante establecer metas realistas de rendimiento, ajustadas a las propias limitaciones, físicas y de tiempo, necesidades e intereses. “En esto el asesoramiento y acompañamiento de un entrenador adecuadamente formado y empático puede ser de gran ayuda”. remarcó.
4. Evitar las comparaciones. Por ejemplo, acerca del peso que levantan los demás o la cantidad de abdominales. “No se trata de una competencia; lo que vale es la propia experiencia. Hay que intentar centrarse realmente en uno y en lo que está bajo nuestro control”, afirmó Cortassa.
5. Encontrar nuestro “por qué”. Poorna Bell, levantadora de pesas y autora de “Más fuerte: cambiando todo lo que sabía sobre la fuerza de las mujeres” (Stronger: Changing Everything I Knew About Women’s Strength), comenzó a entrenar su fuerza después de que su esposo muriera inesperadamente. Se sentía débil y triste y empezó a entrenar con un personal trainer para desarrollar fuerza, tanto física como mental.
Conectarse con las motivaciones más profundas para hacer ejercicio puede transformar la manera en que se percibe la actividad física. Bell sugiere replantear el ejercicio como una acción que se realiza con y para el propio cuerpo (para ganar fuerza, mejorar la flexibilidad, apoyar la salud mental), en lugar de verlo como una tarea para alcanzar un cuerpo, forma o peso ideales.
”El entrenamiento de fuerza me ha demostrado muchas veces en el pasado que soy más fuerte mental y físicamente de lo que jamás pensé”, afirma Bell.
6. Enfocarse en una belleza saludable. “Con respecto a la preocupación o insatisfacción con la imagen corporal es fundamental tener una mirada crítica con respecto a los cánones de belleza y los supuestos cuerpos y conductas ‘saludables’. Las redes sociales frecuentemente en esto cumplen el papel contrario”, dijo Ortiz.
Y destacó: “El valor de una persona se define por mucho más que su imagen, poniendo en primer plano el autocuidado y la aceptación. Si convertimos un único aspecto de quienes somos en el centro de nuestro autoconcepto o autoestima, tenemos más posibilidades de sufrir por cualquier detalle que no nos deje conformes de él”.
Con respecto a la evaluación de los demás, la psicóloga explicó que no se está yendo a rendir examen en cada espacio social que se transita, “los otros, como nosotros, están ahí para hacer ejercicio y, seguramente, no estén pendientes de cada uno de nuestros movimientos. Además, pueden ser de ayuda, estar dispuestos a darnos una mano si no sabemos dónde encontrar un elemento y ser el puntapié inicial de una nueva amistad o relación de cordialidad”, destacó.
7. Hacer la consulta psicológica. “Finalmente, si la incomodidad es muy alta, nos lleva a eludir practicar una actividad física cuando deseamos hacerla y no nos sentimos capaces de llevar adelante solos estos consejos, consultar a un psicólogo puede ser de gran utilidad”, recomendó Ortiz.