Claudio Loser, ex director del FMI: “El corrimiento de Valdés de las negociaciones es irrelevante, salvo para calmarlo a Milei”
“Creo que fue un gesto del mismo (Rodrigo) Valdés, en acuerdo con (la directora del FMI, Kristalina) Georgieva, de decir ‘no me meto’, pero no cambia nada. El Fondo es el Fondo, puede haber características diferentes en la comunicación, pero en última instancia es irrelevante, salvo para calmarlo a (el presidente argentino, Javier) Milei”.
La voz de Claudio Loser, 81 años, quien fue director del Departamento Hemisferio Occidental (ergo, básicamente “latinoamericano”) del FMI entre 1994 y 2002, suena fuerte y clara al referirse al reciente anuncio del FMI de que Valdés, actual director de lo que en la jerga fondista llaman Western Hem, no intervendrá más en las negociaciones con la Argentina.
Oriundo de Mendoza, Loser estudió y se doctoró en Economía en la Universidad de Chicago e hizo luego carrera en el FMI, hasta que en 2002 fue obligado a jubilarse relativamente joven por motivos similares a los que ahora hicieron que Valdés sea corrido de una negociación: problemas con la Argentina, en este último caso con el propio presidente Milei, quien lo acusó de complicidad con el gobierno de Alberto Fernández.
“Valdés tiene mala intención manifiesta. No quiere que le vaya bien a Argentina. Tiene otra agenda. Nosotros somos sobrecumplidores, pero prefirieron apoyar el desastre de Massa. ¿Por qué el FMI le permitía todo a Massa? Nosotros sobrecumplimos y todo el tiempo están poniendo peros”, había dicho el Presidente.
La Argentina, con su largo historial de tribulaciones económico-financieras, es un sepulturero de funcionarios de alto rango del Fondo. Varias carreras hasta entonces meteóricas –o, al menos, ascendentes– terminaron con bochazo y retiro al chocar con el “caso argentino”.
En carne propia
Loser recuerda su propia experiencia. “Yo viví estas cosas cuando en 2002 era director del Departamento Hemisferio Occidental, me pidieron que no siguiera trabajando con la Argentina y asumió Anoop Singh, Pero era diferente: la sospecha era que yo era muy pro-latinoamericano, muy pro-argentino. Fue casi opuesto a lo de ahora. También le pasó a Alejandro Werner (mexicano, nacido en la Argentina).
“Lo de ahora es un gesto para Milei. Creo que es un acuerdo entre Georgieva y Valdés. Luis Cubeddu (economista venezolano, que quedó ahora a cargo de la relación con la Argentina, junto a Ashvin Avuja, jefe de “misión”) es el segundo de Valdés y no va a cambiar nada en términos de lo que se negocie”, dijo Loser en una conversación en la que también revisitó el arcón de los recuerdos.
”Creo que Milei ha sido muy injusto con Valdés, pero ahora lo interesante es lo que haga Cubeddu. Es una persona muy balanceada. Conoce muy bien la Argentina (de hecho, está casado con una argentina) y puede hacer un buen papel. No es alguien que genere tensiones personales”, completó.
— ¿Qué posibilidad cree que tiene la Argentina de conseguir “fondos frescos” del FMI?
— No va a pasar lo que quiere el Gobierno, que le den USD 15.000 millones. Le pueden dar algo, pero bastante menos de eso. Yo digo USD 7.000 millones, pero es muy difícil saberlo. Pueden darle, porque si bien la Argentina ya está pasada de los límites de endeudamiento normal con el Fondo, ha hecho un ajuste muy importante. Más allá de que mantiene el cepo, el ajuste fiscal y monetario ha sido impresionante. Sería raro que no apoyen con algo de fondos frescos a un gobierno argentino que hizo las cosas bien. Pero eso lo maneja la gerencia y lo tiene que negociar con los principales miembros del FMI. No solo con EEUU. También con Japón, China y los países europeos. Ellos serán quiénes pongan los límites.
Loser llegó a conocer a Jorge del Canto, economista peruano que en la primera parte de la década del setenta encabezó Western Hem, que sigue las economías negocia programas y créditos con los latinoamericanos (Canadá y EEUU no son deudores del FMI, por ende solo están sujetos a la revisión anual de “Artículo 4″ que cabe a todos los socios del organismo) y a Walter Robicheck.
Nacido en Praga y de ascendencia judía, Robicheck emigró muy joven a EEUU tras la segunda guerra mundial, estudió en Harvard e hizo carrera en el FMI, donde adaptó y llevó a la práctica el llamado “Enfoque Monetario del Balance de Pagos” que había desarrollado el economista canadiense Robert Mundell, premio Nobel de Economía 1999.
Robicheck dirigió el departamento entre 1977 y 1984 y sus manuales marcaron en gran medida el trato del FMI hacia las economías latinoamericanas. “Fue quien manejó el tema de la programación financiera y la visión monetaria del Balance de Pagos. Mundell lo armó conceptualmente, pero Robicheck lo promovió en la práctica del FMI”, dijo Loser.
— ¿Cambió mucho el enfoque desde entonces?
— En mayor o menor medida, los principios generales se siguen aplicando. El modelo básicamente dice que hay que respetar las identidades macroeconómicas. Si uno no lo hace, pasan cosas. El tipo de políticas puede haber cambiado, por la aplicación de diferentes tipos de cambio: fijos, flexibles. Ahora hay más preocupación por las situaciones de corto plazo. Pero los principios elementales se mantienen, no cambian. Es como decir dos más dos es igual a cuatro. Uno puede decir cinco menos uno, o tres más uno, pero el resultado es el mismo. Aunque ahora hay más énfasis en que los ajustes sean socialmente aceptables.
Un poco de historia
La Argentina adhirió al FMI en 1956, al año siguiente del golpe de la auto-llamada “Revolución Libertadora” contra el segundo gobierno de Juan Domingo Perón. El relato peronista es que eso fue así por voluntad del líder y su movimiento, pero estudios históricos apuntan lo contrario.
Antonio Cafiero, por entonces consejero económico del embajador peronista en Washington, Gerónimo Remorino, contó que a fines de los cuarentas Del Canto, el peruano que luego sería director de Western Hem del Fondo, le preguntó por qué la Argentina no se sumaba al FMI, a lo que Cafiero le respondió que era porque privilegiaba la “independencia económica” y el país no lo necesitaba.
El peronismo y el Fondo
Sin embargo, investigaciones de Claudia Kedar y Carlo Edoardo Altamura, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que accedieron a documentos y correspondencia diplomática de la época sobre los casos de Argentina y Brasil, señalan claramente que la Argentina no ingresó al FMI ni al Banco Mundial (entidades “mellizas” surgidas de los “Acuerdos de Bretton Woods”, sobre el final de la segunda guerra mundial) debido a la oposición de EEUU, por la posición entre pro-eje y -recién al final- “neutral” que había tenido el peronismo durante la guerra.
Sobre el final de su tercer gobierno, entre 1973 y 1976, con la Argentina ya asociada al Fondo, el peronismo incluso gestionó un crédito del FMI, pero era tarde. Envió a la Argentina una misión encabezada por Jack Guenther, un funcionario del área latinoamericana, que conversó sobre un posible crédito para dar aire a las exhaustas reservas argentinas con los entonces presidente del Banco Central, Eduardo Zalduendo, y ministro de Economía, Emilio Mondelli.
En su tesis doctoral sobre la relación de la Argentina y el FMI, la investigadora Noemí Brenta cuenta que el ministro de Economía (a quién la entonces presidente, Isabel Perón, había dejado en ridículo al pedir “un aplauso para el pobre Mondelli” en un acto en la CGT) le prometió al Fondo una devaluación que se haría durante los feriados de carnaval, del 1 y 2 de marzo de 1976, pero luego pospuso por falta de apoyo político.
Además, Mondelli confesó a la misión del Fondo que estaba decidido a contener la creciente inflación con un ajuste que incluía una reforma tributaria, aumento de tarifas y límites a los aumentos salariales, a cambio de acceder a las “facilidades petroleras”, recursos que entonces disponía el FMI para prestar a países en problemas. Pero el ministro no tenía plafond político para eso. De hecho, Brenta cita que el Memorandum de aquella misión del Fondo terminaba con la siguiente frase: “Los militares, mientras tanto, están permitiendo que la situación se continúe deteriorando (…) hay rumores diarios de que actuarán pronto”. Y así fue.
Luego del peruano Del Canto, el departamento latinoamericano del FMI quedó a cargo de Robicheck, partidario del “enfoque monetario del Balance de Pagos” que aplicó desde diciembre de 1980 el equipo económico de Martínez de Hoz durante la dictadura militar. Cargó así con el fracaso de los sucesivos acuerdos, que no lograron controlar la inflación ni restablecer el crecimiento de la economía.
A Robicheck le sucedió un economista colombiano de apellido alemán, Eduardo Wiesner, que según Loser “no entendía bien cómo funcionaba el departamento”. Este pasó de hecho a ser manejado por el subdirector, Ted Beza, un norteamericano que siempre trabajó en temas latinoamericanos, hablaba muy bien el español y finalmente asumió el timón formal del FMI en la región.
Su segundo era un catalán, Joaquín Ferrán, que ya en el retorno de la democracia argentina tuvo legendarios desencuentros con el primer ministro de Economía de Raúl Alfonsín, Bernardo Grinspun, de quien anécdotas de la época cuentan que negociaba a los gritos. En una de esas discusiones calientes habría llegado a bajarse el pantalón, ponerse de espalda y decirle a Ferrán, “¿es esto lo que quieren?”.
Más allá del breve éxito del Plan Austral, que tuvo el acompañamiento inicial del Tesoro de EEUU y del Fondo, el fracaso económico del gobierno de Alfonsín se llevó puesto a Ferrán, quien terminó confinado en tareas secundarias en el Fondo, hasta su retiro. “Le pegó mucho la relación con la Argentina”, recordó Loser.
El timón que dejó Beza lo tomó en 1994 el propio Loser, quien tuvo como subdirectora a la italiana Teresa Ter-Minassian y como jefe de la “misión argentina” al chileno Thomas Reichmann. Tras la implosión final de la convertibilidad, que el FMI había tomado con escepticismo inicialmente pero apoyó con generosos créditos en momentos críticos, como la devaluación mexicana y el “efecto Tequila”, los apuntados fueron el propio Loser y Reichmann, que debieron jubilarse involuntariamente.
Apenas retirado, el ex economista jefe del Fondo, el norteamericano Michael Mussa (quien solía decir que la tarea del Fondo era administrar “las dosis justas” de veneno para ratas), publicó una exposé en la que acusó de complacencia con el gobierno de Carlos Menem no solo a Loser sino al entonces número uno del Fondo, el francés Michel Camdessus.
“Teresa –recuerda Loser, por Ter-Minassian- sufrió menos el trato con la Argentina, era una enamorada de Brasil y se llevaba muy bien con el equipo económico de Roque Fernández”. De hecho, tras ser subdirectora latinoamericana fue durante varios años, hasta su retiro, directora del departamento de Asuntos Fiscales”, otra área clave del Fondo.
“Cuando me pidieron que me jubile empezó Anoop Singh, que sabía escaparse cuando había problemas”, dijo con cierto humor crítico Loser. Singh, de notable parecido con el difunto actor británico Peter Sellers, llegó a Western Hem respaldado por su trabajo en la estabilización de las economías del sudeste asiático que habían entrado en crisis en 1997, pero sucumbió en las arenas cenagosas de la economía argentina.
A Singh le sucedió el chileno Nicolás Eyzaguirre, quien había sido ministro de Hacienda del gobierno de Ricardo Lagos y también secretario de la Presidencia y ministro de Educación y otra vez de Hacienda del primer gobierno de Michelle Bachelet. Eyzaguirre, hoy de 71 años, guitarrista capaz de tocar decentemente temas de Eric Clapton, pasó su gestión intocado por la Argentina.
“Tuvo la fortuna de estar al frente de Western Hem en una época muy tranquila”, recordó Loser. Los términos de intercambio (básicamente, el precio de la soja) eran muy favorables al país. La economía recibió abundancia de dólares, rebotó con fuerza del colapso de la convertibilidad y Néstor Kirchner, siguiendo los pasos de Brasil, que lo había hecho semanas antes, incluso canceló en diciembre de 2005 la deuda que la Argentina mantenía con el FMI.
Ya durante la gestión de Alejandro Werner, quien asumió el área latinoamericana del Fondo en 2013, los principales “roces” con la Argentina fueron la negativa de los gobiernos kirchneristas a que los funcionarios del FMI hicieran su visita anual y revisión de “Artículo 4″ que se aplica a los más de 190 socios del organismo, tengan o no programa en curso, y a la decisión de dejar de publicar las estadísticas de inflación del Indec, debido a la manipulación estadística.
El status cambió en 2018, cuando tras una sequía y el abrupto corte del crédito externo privado, el gobierno de Macri recurrió de apuro al FMI y en dos acuerdos, junio y septiembre de ese año, consiguió crédito por un total de USD 57.000 millones, el más alto en la historia del organismo, del que llegó a desembolsar cerca de USD 45.000 millones.
El propio subdirector del Fondo, el norteamericano David Lipton, Werner y el italiano Roberto Cardarelli, jefe y negociador de la “misión argentina”, fueron quienes pagaron los platos rotos burocráticos del fracaso del megacrédito y fueron desplazados a poco de asumir la actual directora del organismo, la búlgara Kristalina Georgieva.
Lipton fue desplazado del Fondo, Cardarelli fue enviado a las oficinas del organismo en Suecia y Werner fue sucedido por el brasileño Ilan Goldfajn, ex presidente del Banco Central de Brasil, que poco después tuvo un ascenso político y es hoy presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el principal prestamista de fondos “de desarrollo” para la región. En el FMI lo sucedió Valdés, el ahora “corrido” de la negociación con la Argentina.
“Los que más sufrimos a la Argentina fuimos Alejandro Werner y yo. Anoop Singh era muy hábil para escaparse de estas cosas”, reiteró Loser.
En vena similar a Mussa, también Werner escribió su exposé de la relación con la Argentina. De su experiencia durante las gestiones de Mauricio Macri y Alberto Fernández, escribió que la idea original del gobierno macrista “era naive: creía que el solo cambio de orientación de la política económica generaría una ‘lluvia de inversiones’ y por lo tanto más crecimiento y más empleo”, algo que claramente no sucedió. Además, según Werner, “Macri minimizó la relevancia de la destrucción de la administración pública que tuvo lugar en Argentina en los quince años previos a su gobierno”.
A su turno, escribió: “Alberto Fernández optó por buscar culpables, sobre todo al FMI y a Macri, en lugar de poner en marcha un programa de gobierno sólido”.
Werner, además, fue muy crítico del hoy ministro de Economía, Luis Caputo, y elogioso de Federico Sturzenegger, quienes conviven hoy en el gabinete de Milei.
En suma, fueron muchos los funcionarios del Fondo que se “quemaron” por tratar con la Argentina. El gobierno de Milei ya se cobró su primer cabeza. ¿Habrá más?