“Cómo Elon Musk destruyó Twitter”, el libro que analiza el caótico liderazgo que transformó la red social en un “infierno”
“En la mañana del 14 de abril de 2022, nosotros -Kate Conger y Ryan Mac, periodistas de The New York Times- nos despertamos con un tuit de cuatro palabras: la culminación, increíble pero inevitable, de dos historias que habíamos seguido durante una década como reporteros en Silicon Valley: ‘He hecho una oferta’. Nos sumergimos en la cobertura de una historia monumental. El empresario más influyente de Silicon Valley estaba comprando una de sus compañías más icónicas. ¿Cómo terminaría esto?”.
Este párrafo es parte de la introducción del libro Character Limit: How Elon Musk Destroyed Twitter, un análisis exhaustivo y crítico de la adquisición de Twitter, ahora denominada X, por parte de Elon Musk. Los autores, los periodistas Conger y Mac, presentan un retrato que expone las complejidades y contradicciones del multimillonario sudafricano, comparándolo con un villano de las novelas de James Bond por su riqueza exorbitante y su controvertida conducta.
El texto aborda en detalle la adquisición de la plataforma por 44.000 millones de dólares, decisión que, según los periodistas, estuvo marcada por la impulsividad de Musk. Obligado legalmente a seguir adelante con la compra tras hacer una oferta inflada, Musk se mostró crítico desde un inicio con el modelo publicitario de la red social, lo que resultó en una pérdida significativa de ingresos y una ola de despidos. Esta situación afectó la capacidad de la compañía para reformarse, generando un entorno laboral incierto.
El texto también detalla cómo Musk, a pesar de su retórica de “libertad de expresión”, carecía de un plan claro para la red social y se enfocó en cambiar su modelo económico hacia un sistema de verificación pago que resultó contraproducente. La gestión errática del empresario quedó reflejada en sus constantes quejas por no haber podido evaluar la verdadera situación de la empresa y su obsesión por convertirse en el usuario más seguido de su propia plataforma.
“La decisión de Musk de comprar Twitter pareció haber sido una determinación impulsiva. Asumió que Twitter era un nudo de problemas técnicos que una mente brillante en ingeniería, como la suya, podría desentrañar fácilmente, permitiendo así el crecimiento de la libertad de expresión en la plaza pública digital. Pero, en el fondo, Twitter estaba plagado de dilemas sociales y políticos, no meramente tecnológicos. Sus líderes enfrentaban constantemente preguntas sobre qué se debía permitir que la gente dijera, y se convirtieron en enemigos de gobiernos, activistas, celebridades e incluso de sus propios empleados”, escriben los autores.
Es que las cuestiones que enfrentaba Twitter no eran simples. Se han debatido en todo internet desde sus inicios y puede que no tengan respuestas definitivas. “No es casualidad que los usuarios más leales de Twitter se refirieran a la plataforma como un ‘infierno’, un rincón de internet donde siempre algo -o alguien- estaba ardiendo. La gente salía de una sesión revisando su línea de tiempo sintiéndose enojada, frustrada, asqueada… y aun así no podían esperar para volver a conectarse”.
“La empresa necesitaba un líder que comprendiera profundamente la psicología, la política y la historia, y las formas complicadas en las que las personas se conectan de manera instantánea y constante en línea. En su lugar, obtuvo a alguien cuya oferta por la compañía -54,20 dólares por acción- incluía una broma sobre marihuana”.
Musk, conocido por su éxito en proyectos como SpaceX y Tesla, es retratado como un personaje con rasgos de megalomanía y un enfoque impredecible para los negocios. La transición de X hacia un entorno más hostil y menos moderado no sorprendió a los autores, quienes sugieren que Musk buscó intencionalmente crear una red más “dura y cínica”. Este cambio no solo impactó la imagen de la red social, sino también su valor, al alejar a anunciantes y usuarios influyentes.
Conger y Mac revelan cómo Musk impulsó un proceso de despidos masivos que dejó a la compañía sin gran parte de su personal más experimentado, lo que agravó aún más la situación. A pesar de la merma en ingresos y el creciente malestar en la red social, el empresario mantuvo su presencia activa en la plataforma y continuó publicando con frecuencia, convencido de su misión de “salvar a Estados Unidos y al mundo del ‘virus de la mente consciente’”.
“La naturaleza caótica de la plataforma y las repercusiones de sus acciones revelarían sus limitaciones. Cuanto más intentaba imponer su voluntad en Twitter, más se le escapaba de las manos, y su obsesión se profundizaba. Comenzaron a aparecer grietas en las capacidades de un empresario que muchos consideraban como uno de los líderes empresariales más exitosos de la humanidad”, agregaron los periodistas del New York Times.
El libro destaca, asimismo, la relación entre Musk y el ex presidente Donald Trump, estableciendo un paralelismo entre ambos en su uso de la popularidad como justificación para decisiones controvertidas que, en última instancia, se enfocan en el beneficio personal. La obsesión de Musk con su imagen pública y la búsqueda de reconocimiento constante lo llevaron a acciones tan extremas como abandonar el Super Bowl tras ver que uno de sus tuits tuvo menos interacción que el del presidente Joe Biden.
La obra concluye con una visión pesimista sobre el futuro de X bajo el liderazgo de Musk, sugiriendo que la plataforma se ha convertido en un negocio más pequeño, pero en un pozo negro más profundo en cuanto a su contenido y clima social.
Como describen los periodistas: “La historia de la conquista de Musk no ha terminado. Aún podría culminar con un estallido, un susurro o con un improbable éxito. Pero lo que ya es evidente es que Musk ha destruido la plataforma. Lo que posee ya no es Twitter, no solo en nombre, sino tampoco en esencia ni en espíritu. Desaparecieron las personas que la construyeron con idealismo, en una época en que las promesas utópicas de Silicon Valley parecían mucho más fáciles de creer, y se desvaneció su cultura de debate, igualdad e idealismo. Qué significa esto para un mundo en el que los medios de comunicación enfrentan un peligro existencial constante y la democracia misma está en riesgo, está por verse. Pero los primeros indicios no son alentadores”.