La suba de tarifas no dejó espacio a la reactivación del consumo a pesar de la mejora de los ingresos
Aunque con matices según los diferentes sectores, la recuperación del salario en los últimos meses es una realidad que no llega a plasmarse en la recuperación económica. Mucho menos, y así lo indican cada mes las cifras oficiales y también las mediciones privadas, alcanza para mejorar el nivel de consumo. Esa aparente inconsistencia entre una mejora real de los ingresos y un nivel de consumo de bienes que se mantiene a la baja, tiene una explicación sencilla: la suba de tarifas o. el eufemismo más utilizado por el Gobierno y los economistas, el reacomodamiento de precios relativos.
Esa corrección produjo en los primeros ocho meses del año un fenómeno que ya se había registrado en 2016, cuando durante la gestión del ex presidente Mauricio Macri también se avanzó en un plan de ajuste de tarifas, por el cual la recuperación de poder adquisitivo no reinstaló el patrón de consumo anterior sino que determinó una nueva organización en el presupuesto de los hogares. En vez de destinar la mejora salarial al supermercado o a la compra de de bienes en general, los consumidores debieron destinar esos recursos al pago de tarifas de servicios públicos.
Es lo que refirió un estudio publicado ayer por Analytica, la consultora que dirige el economista Ricardo Delgado, que dejó en evidencia que el consumo no logra acompañar la mejora de los ingresos.
“Los salarios privados registrados acumularon en julio cuatro meses consecutivos al alza, con un 10,8% de crecimiento en términos reales desde abril. Por su parte, el salario del sector público también creció en el mes, un 2,6%, después de caer levemente en junio. A su vez, el crédito subió. Sin embargo, el consumo no reacciona”, es la introducción del informe, que destacó a la vez que en los supermercados durante julio, las ventas se mantuvieron en un nivel similar al mes anterior, con una ligera caída del 0,1% al ajustar por estacionalidad.
En comparación con el año anterior, la caída fue del 12,3% y, aún cuando la base de comparación fuera alta dados los fenómenos puntuales como alta incertidumbre sobre la evolución de los precios que caracterizó el consumo el año pasado, el nivel de ventas actual es, según el informe, sumamente bajo. “El nivel promedio de este año (que se mantuvo estable desde la caída mensual del 9,2% de diciembre) es el más bajo de toda la serie histórica que inicia en 2017″, destacó la consultora. Es que, ya sin programas de precios subsidiados, los supermercados fueron el canal de venta más afectado. Sin embargo, a los demás tampoco les fue tanto mejor. Las ventas en autoservicios son las más bajas desde septiembre de 2019.
En la misma sintonía se encontraron los datos de ventas minoristas relevados por CAME, con caídas mensuales del 1,6% en julio y en el dato adelantado de agosto, al mismo tiempo que desde diciembre la caída es del 19,5 por ciento.
Esta disociación entre ingresos, que en el mejor de los casos anotaron una suba interanual de 235% (sólo los trabajos formales privados) de acuerdo al último índice de salarios del INDEC, y el consumo se explica en parte por el incremento del peso de los servicios. “Cambió la composición de los gastos de los hogares: mientras que el índice de salarios creció un 128,5% frente a noviembre, los gastos en electricidad, gas y combustibles lo hicieron en un 320,2%, que se suma al incremento del 252,6% en los gastos de transporte público, entre otros servicios. Es por esto que la mejora de los salarios no es suficiente para recuperar los niveles de consumo del año pasado y el incremento del crédito en tarjeta estaría evitando una caída aún mayor”, sostuvo Analytica.
El factor del crédito adquiere así una relevancia determinante. Los consumos con tarjeta crecieron 8,4% en términos reales y sin estacionalidad en julio y, aunque aún continúan por debajo de noviembre, aumentaron un 19,3% desde el mínimo de febrero. Pero esa suba, en vez de impulsar un mayor nivel de consumo, explica más el freno a su caída.